Los trabajadores de la industria del metal de Cádiz, en España, estuvieron nueve días en huelga; un acuerdo preliminar se alcanzó el 25 de noviembre. Este es un caso relevante de cómo se alteran los patrones de la industrialización y el efecto que tiene sobre el empleo, los salarios de los trabajadores y la vida de las comunidades. Es una expresión de la permanente reconformación que ocurre en los mercados de trabajo.
Brevemente (según la reseña de ABC Historia 25/11/2021): En 1840, el inglés Thomas Haynes estableció en Cádiz una fundición para construir máquinas y calderas de vapor, chimeneas, estufas y tramos de la línea del tren a Jerez. En 1881, los talleres iniciaron la construcción de barcos. El Reina Cristina, el primero de vapor de la provincia fabricado en hierro, inició el funcionamiento de los astilleros y creó nuevos oficios y otras empresas.
La empresa de Haynes cerró en 1902; otros dos astilleros operaban ya: el de Puerto Real (Factoría de Matagorda) y el de los hermanos Vea-Murguía, donde en 1891 se fabricó el torpedero Filipinas y luego el crucero acorazado Emperador Carlos V.
En 1903 Horacio Echevarrieta (bilbaíno) compró le empresa Vea-Murguía, la modernizó y extendió la producción a barcos pesqueros, yates, buques tanque y obras de infraestructura. Todo esto hasta 1947 cuando un incendio acabó con las instalaciones.
La industria del metal de la zona se orientó después con fábricas de piezas para coches, vagones y furgones de tren y puentes. Luego de la guerra civil los astilleros de Puerto Real, aún en activo, cambiaron varias veces de propietarios: Sociedad Española de Construcción Naval, Astilleros Españoles, Izar-Navantia. En los años 1970, las japonesas Nisho Iwai y Nisshin Steel crearon Acerinox, productora de acero inoxidable, una de las más grandes del mundo, con mil 800 empleados en la fábrica de Los Barrios en Cádiz.
Este es, en parte, el trasfondo de la actual disputa laboral en una comunidad dependiente del metal. La industria dejó de ser local, más allá de la ubicación material de la planta fabril.
La Voz de Cádiz informó que los sindicatos pedían un aumento salarial del índice de precios de consumo en este año, en el que la inflación rebasa 5 por ciento y castiga el poder adquisitivo. Para 2022 el aumento sería 2.5 por ciento más el IPC y 3 por ciento más IPC en 2023.
La patronal ofrecía aumento de 2 por ciento retroactivo al primero de junio, otro 2 por ciento en 2022 y 2023. Si en ese lapso el IPC fuera mayor a la subida se pagaría la diferencia a cada trabajador. Los sindicatos rechazaron la oferta sosteniendo que tres de cada cuatro trabajadores tienen un contrato temporal y eso hace inviable la posibilidad efectiva de cobrar una eventual diferencia con el IPC.
Finalmente, con reticencia, provocaciones y represión policiaca, se llegó a un acuerdo. La industria del metal en Cádiz opera con un contrato colectivo que concentra cerca de 30 mil trabajadores que se subcontratan a grandes firmas como Navantia (independiente desde 2005), que es una importante constructora naval, con Airbus, y Dragados, de grandes proyectos de infraestructura.
El escenario es de insuficientes salarios reales, poco crecimiento de las fuentes de trabajo y creciente precariedad laboral. Las empresas aducen que sus costos se han elevado y que las demandas salariales constituyen un “mazazo” por el efecto adverso en la competitividad en los mercados globales.
Este es prácticamente un caso de libro de texto del área de mercados laborales y relaciones industriales. El conflicto remite directamente al planteamiento clásico de la disputa entre salarios y ganancias como base de una teoría de la distribución. Y de ahí a toda una serie de episodios de demandas y luchas laborales, sindicatos, huelgas, represión y negociaciones con las empresas.
Una larga historia que sigue vigente en pleno siglo XXI con las características propias del capitalismo actual. La globalización de la producción; el cambio tecnológico; la robotización; la lucha competitiva de las empresas asentada en buena medida en las grandes diferencias salariales en diversas partes. Eso que lleva a la deslocalización de las actividades productivas que ha ocurrido en Cádiz, que se repite en muchos lugares y con consecuencias severas en cuanto al desarrollo regional y la vida de comunidades enteras. Un entorno de persistente inseguridad laboral, desplazamiento de las fuentes de trabajo, desempleo y subempleo, pobres perspectivas del retiro y pensiones.
La globalización ha acentuado el proceso de relocalización industrial y, en general de las actividades productivas. Esta condición, hoy muy patente, redefine de modo profundo las condiciones de trabajo, la cantidad disponible de empleo y las fuentes de ingreso para las familias. La competencia entre los capitales se expresa en la competencia entre los trabajadores. A esto hay que añadir los criterios de rentabilidad que impone el capital financiero y las pautas de un entorno de gran especulación.