Unas 15 mil personas se reunieron en la Plaza México para la cuarta kermés taurina de reapertura, con tres rejoneadores mexicanos: Jorge Hernández Gárate, Emiliano Gamero y el joven aún sin alternativa Fauro Aloi, los Forcados Amadores de México y un espectáculo ecuestre adicional. Se lidió un encierro de La Estancia, bueno en general.
Desfilaron equinos de diversos colores y alzadas, charros y adelitas, escaramuzas, bailadores, floreadores y aplanadores para dar paso a una prolongada cuanto interesante corrida de rejones con la emocionante actuación de los forcados, destacando las contundentes pegas de los hermanos Tirado.
Carlos con el primero de la tarde, aguantando y templando mucho la embestida, y el menudo y experimentado René con el cuarto, no obstante que apenas fue apoyado por las ayudas. Se brindó un minuto de aplausos en memoria del subalterno Alberto Preciado y del ganadero José Roberto Gómez, fallecidos recientemente.
Después de tres décadas en que el empresariado taurino de México se echó en brazos del navarro Pablo Hermoso de Mendoza, pero sin capacidad para negociar con éste la participación de toreros nacionales a pie y a caballo con potencial –lo que habría redundado en una mayor oferta de diestros interesantes– y gracias a que el rejoneador español Andy Cartagena no pudo introducir su cuadra en el país por prevenciones sanitarias, la empresa de la Plaza México se acordó de los rejoneadores nacionales, si bien reiterando su decisión de penalizar a Joaquín Gallo por haberse negado a participar en el ocioso numerito “México busca un torero”, que luego de haber encontrado algunos nomás no los incluye en los carteles de sus diestros consentidos.
Derrochando madurez no obstante los ninguneos mencionados, estuvo el potosino Hernández Gárate, ataviado a la usanza portuguesa, certero con rejones de castigo y banderillas, sobre todo el par a dos manos a su segundo. Sin embargo, al igual que sus alternantes, falló en la suerte suprema. Emiliano Gamero, vistiendo el traje de charro, no estuvo a la altura de su primero, alegre y claro, pero se superó con su segundo, al que recibió con la garrocha y llevó muy toreado al hilo de las tablas. De nuevo, prevalecieron los detalles y las florituras sobre la estructura.
Sobrio y expresivo a la vez, con carisma y elegancia, cabal dominio y apenas 34 novilladas, Fauro Aloi, con el traje campero andaluz, conectó desde el inicio con el toro y con el público. Vaya porvenir que le augura su natural talento.