Sergio Ramírez, Premio Cervantes 2017, en exilio forzado de su natal Nicaragua, afirmó que “la ambición de una tiranía es la de que tu propio país se vuelva extraño, pero entonces uno vuelve a la poesía”. Así lo expresó ayer en el discurso inaugural de la edición 35 de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara.
El encuentro editorial, que se inició con la entrega del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2021 a la chilena Diamela Eltit, concluirá el 5 diciembre. La ceremonia lució más abarrotada que las instalaciones de la feria a poco de su apertura.
El escritor mencionó que en su nueva circunstancia, cuando busca a Nicaragua, “vuelvo al poema de José Emilio Pacheco que evoca el fulgor abstracto e inasible que emana del país propio, visto por mí ahora en la distancia como un espejismo”.
Se refirió a todo eso que de manera imprecisa llamamos siempre patria con el texto del poeta mexicano: “Pero (aunque suene mal) / daría la vida / por diez lugares suyos, / cierta gente, (…) varias figuras de su historia, / y tres o cuatro ríos”.
Describió su “país distante” como una “cárcel que encierra otra cárcel; un doble círculo que se cierra a sí mismo con una llave herrumbrosa. Los que están presos en las celdas de aislamiento y los que están presos dentro del país porque tienen el país por cárcel bajo la prohibición de abandonarlo.
“Estamos los del tercer círculo, que quedamos fuera de esa doble rueda de fierro, andando con el país a cuestas, ‘huesos que fuego a tanto amor han dado / exiliados del sur sin casa o número / ahora desueñan tanto sueño roto / una fatiga les distrae el alma”, en palabras de Juan Gelman.
Sergio Ramírez recordó el acervo que dejó en Nicaragua. “Hacerse de una biblioteca que se convierte en un verdadero bosque frondoso toma tiempo o toma toda una vida. Yo he vivido dentro de ese bosque y sólo yo puedo orientarme dentro de él, sólo yo sé donde está cada libro y puedo ir directamente a buscarlo. Ahora todo está en silencio en ese bosque”.
Tras recibir el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, la narradora chilena mencionó que gracias a los principios sociales de su madre “siempre estuve parada en la vereda izquierda de la cuadra del mundo, una vereda móvil, pensante y comunitaria. Jamás he traspasado ese territorio ético.
Lamentó que “hoy la fuerza de la extrema derecha pugna por gobernar Chile. Nuestra comunidad, la literaria, y el conjunto de la ciudadanía adversa a este escenario, estamos trabajando de manera intensa. Lo hacemos para impedir un gobierno rapaz fundado en el desprecio”.
Destacó al mexicano Juan Rulfo, quien con su novela Pedro Páramo, una de las obras más valiosas del continente, otorgó una poética a los espacios no centristas. Convirtió la muerte en un viaje inacabable por los tiempos. También mencionó la importancia de Elena Garro y de Elena Poniatowska, “la ironía de sus importantes libros que abrieron un horizonte para los cuerpos populares y sus subjetividades, y la obra de Margo Glantz, “que se internó en los géneros híbridos, espacios hasta donde concurren diversos discursos literarios, móviles, imposibles de delimitar”.
Reitero la necesidad de “desbiologizar completamente la letra. Lo pienso como un horizonte en construcción. Se debería producir algo parecido al poderoso movimiento de los géneros literarios, que mutan, se fundan, se confunden, emergen”.
En el presídium, entre otros, estuvieron Andrea Gisela Ortiz, ministra de cultura de Perú; Marisol Schulz, directora de la FIL; Raúl Padilla, presidente del encuentro; Enrique Ibarra Pedroza, secretario de gobierno de Jalisco, y Ricardo Villanueva, rector de la Universidad de Guadalajara.
(Con información del corresponsal Juan Carlos G. Partida)