Hace unos días, una veintena de investigadores del Colegio de México manifestaron su rechazo al doctor José Romero Tellaeche, director interino del CIDE. El motivo del disgusto es que Romero declaró que la “esencia fundamental del CIDE es contribuir a la formación de profesionistas comprometidos con la nación y con apoyar a su gobierno, tanto en sus actividades docentes como en su práctica investigativa”. En oposición, ellos afirman que toda institución académica no existe para apoyar a ningún gobierno, sino para crear, transmitir, fomentar y difundir el pensamiento crítico. Por ello, exhortan a Romero a reconocer al CIDE como lo que es: una institución académica de prestigio nacional e internacional. Tengo algunos comentarios al respecto.
Los críticos de Romero lo cuestionan sacándolo de contexto. Inmediatamente después del enunciado, él señala: “ello no implica, está claro, perder el rigor docente ni de pesquisa que debe caracterizar a todas las instituciones académicas, entre las cuales nuestro Centro ocupa un lugar destacado”. Es decir, afirma que la formación de cuadros en apoyo del país y su gobierno debe apegarse al estricto código académico (científico y humanístico), y por ello no contradice el núcleo axiológico más fundamental de la academia.
El punto en cuestión, sin embargo, no es el rigor académico (los críticos apuntan más al prestigio adquirido y otros valores similares), sino a la legitimidad de dar apoyo al gobierno. Al respecto, los investigadores dicen: “una institución académica no existe para apoyar a ningún gobierno, sea cual sea su signo ideológico; existe, ante todo, para crear, transmitir, fomentar y difundir el pensamiento crítico”. Esto, por supuesto, es fácticamente falso. Se han creado muchas organizaciones académicas (pensemos en las universidades de Oxford y Harvard, el ITAM y el Politécnico Nacional) cuyo propósito explícito ha sido la formación de cuadros para el Estado. Pero abordemos el aspecto normativo al que ellos quieren referirse. ¿Existen condiciones en que es legítimo que una institución académica, sobre todo una pública, apoye al gobierno? La respuesta es clara e ineludiblemente afirmativa si el gobierno es democrático (cual sea su signo ideológico). Escatimar a la democracia el apoyo de las organizaciones académicas del pueblo es contradictorio: en una democracia verdadera, hasta la crítica debe ser democráticamente productiva y servir de apoyo al Estado democrático. En consecuencia, Romero se plantea crear cuadros académicamente rigurosos (en lo cognitivo y en lo ético, y en lo crítico cuando sea adecuado) para apoyar a un gobierno que es producto del voto de una gran mayoría de la población en un ejercicio electoral genuino y está firmemente comprometido a mantener las condiciones para preservar esa misma democracia. En resumen, la denuncia de los investigadores del Colmex en contra de Romero carece en principio de fundamento, tanto fáctico como normativo.
Ahora entraremos en temas más esca-brosos. Quienes ahora se levantan como defensores de la autonomía crítica no fueron sus defensores en el pasado, ni se resistieron a apoyar gobiernos no democráticos. Haber sido una institución académica de prestigio nacional e internacional durante el neoliberalismo mexicano no es exactamente la mejor recomendación para el futuro. Durante décadas, el CIDE fue un semillero de profesionistas, intelectuales y funcionarios del régimen, y desde ahí construyó una parte importante de su prestigio. El CIDE que conocemos tiene además un pecado de origen: fue una creación destructiva de Carlos Salinas de Gortari, quien ordenó a Carlos Bazdresch eliminar con violencia todo resquicio de pensamiento estructuralista latinoamericano y sustituirlo con las corrientes propias del “liberalismo social”, que luego evolucionaron hacia el pensamiento progresivista neoliberal. Una década antes, en el Colmex, personajes como Jaime Serra Puche habían extirpado, también con violencia, el pensamiento marxista y socialdemócrata que imperaba desde su fundación. Ahora los investigadores ponen sus barbas en remojo y patalean creyendo que AMLO y Romero harán lo mismo, pero con el signo ideológico contrario. ¡Absurdo!
Romero es un excelente académico y un demócrata, y pretende algo muy distinto a lo que hicieron sus predecesores. Su lucha es contra los excesos del modelo de investigación y docencia neoliberal, que llevó a ambas instituciones a convertirse en una mezcla de centro académico elitista (más el Colmex) y think-tank (más el CIDE). Además, quiere impulsar una investigación y docencia rigurosas, más incluyentes y plurales; que arropen mejor a los estudiantes de todos los orígenes sociales y les permitan abordar las principales corrientes del pensamiento social y humanístico contemporáneo, y que haga que éstas se enfrenten y compitan en términos equitativos, basados únicamente en su potencia científica y ética. No busca deshacerse de nadie que haya cultivado el pensamiento científico o humanístico riguroso, sea cual sea su orientación, sino abrir el espacio a quienes, por pensar a contracorriente, fueron injustamente marginados de la aulas. Agréguese a eso la intención, ya discutida, de promover la organización académica en favor del gobierno democrático, y tendremos el plan de trabajo de Romero.
* Investigador del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la UNAM, ex estudiante del Colmex y ex investigador del CIDE