Las autoridades sudafricanas notificaron el miércoles pasado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) la detección de una nueva variante del coronavirus SARS-CoV-2, que ayer fue denominada ómicron y clasificada como “preocupante” por el organismo multilateral debido a su gran número de mutaciones y al hecho de que algunas de ellas sugieren que podría ser más contagiosa, así como resistente a los antígenos disponibles. Sólo horas después, se detectaron casos en puntos tan distantes entre sí como Botsuana, Bélgica, Israel y Hong Kong, lo cual provocó alarma en todo el mundo por el temor de que ómicron dé al traste con los esfuerzos de casi dos años para contener la propagación y las consecuencias económicas del Covid-19.
La Unión Europea, que ya se encontraba tocada por la cuarta ola de la enfermedad, así como Reino Unido, Estados Unidos, Canadá e India anunciaron el endurecimiento de sus controles fronterizos, y en algunos casos llegaron al extremo de prohibir los vuelos provenientes de todo el continente africano. No obstante, un epidemiólogo de la Universidad de Hong Kong advirtió que probablemente es demasiado tarde para estas restricciones, y exhortó a reconocer que la variante ya se dispersó por el mundo. Mientras las autoridades y la comunidad científica determinan la peligrosidad y el grado de propagación de ómicron, las restricciones y la anticipación de nuevos confinamientos como los que tuvieron lugar el año pasado llevaron al desplome de las bolsas de valores, incluida la mexicana, así como al precio de las materias primas industriales.
Al mismo tiempo que la comunidad internacional toma las medidas que, se espera, logren frenar el avance de la nueva variante, en el principal punto de entrada a nuestro país, el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), se pasan por alto las más elementales precauciones para prevenir y detectar los contagios. Como ha reportado La Jornada, en la terminal aérea se presentan aglomeraciones desordenadas que impiden respetar siquiera la sana distancia; asimismo, viajeros (tanto connacionales que vuelven de otros países, como ciudadanos extranjeros que ingresan a México) informan que, al bajar del avión, no les aplicaron protocolos sanitarios: ninguna autoridad los interrogó ni revisó sus documentos de salud. Debe señalarse que el relajamiento en los protocolos se observa tanto en las autoridades como en las aerolíneas y en los propios usuarios.
Desde el inicio de la pandemia, México se ha caracterizado por rehusarse a adoptar políticas que impliquen coartar libertades y afectar derechos de sus propios ciudadanos o de quienes nos visitan, enfoque coherente con la visión de máxima libertad de la actual administración federal, pero también con la tradición hospitalaria de nuestro país y con la realidad de tener en el turismo uno de los pilares de nuestra economía.
Por ello, está claro que ómicron no debe tomarse como pretexto para hacer llamados a imponer restricciones de viaje o medidas francamente discriminatorias como las que se han vuelto comunes en otras latitudes; pero el pleno respeto a los derechos de nacionales y extranjeros tampoco puede justificar la temeraria laxitud en el AICM o en otras terminales aéreas, pues a estas alturas de la pandemia es sabido que la prevención y la responsabilidad son las primeras armas frente al coronavirus. Es en interés de todos los actores involucrados –gobierno, empresas y viajeros– proceder con prudencia a fin de evitar un recrudecimiento de la pandemia, con las indeseables consecuencias para la actividad económica y la vida cotidiana.