La literatura latinoamericana vive un auge de la mano de sus escritoras, ajeno a artificios comerciales y fundado en méritos artísticos y una lucha histórica.
En vísperas de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), una de las más importantes del mundo que se inaugura hoy, siete protagonistas de esta ola dilucidan su esplendor.
Con trayectorias diversas, rechazan ser un nuevo “boom latinoamericano”. Más bien denuncian la marginación de muchas de sus predecesoras de aquel fenómeno literario y comercial del siglo XX.
La ola feminista las marca, pero no restringe su creatividad que, en cambio, busca escapar del gueto implícito en etiquetas como “literatura de mujeres”.
Claudia Piñeiro (Argentina, 61 años), Fernanda Trías (Uruguay, 45), Alejandra Costamagna (Chile, 51), María Fernanda Ampuero (Ecuador, 45), Karina Pacheco (Perú, 52), Djamila Ribeiro (Brasil, 41) y Guadalupe Nettel (México, 48) hablan de los factores detrás de este impulso, temáticas y desafíos.
–¿Estamos ante un boom?
Piñeiro, recientemente galardonada en dos festivales de novela negra en España y presente en la FIL, aclara que el concepto boom es “generalmente comercial”, mientras este auge surge en torno al movimiento feminista y al avance social de las mujeres.
“Se puso un foco sobre determinados discursos, pensamientos, historias narradas desde otros puntos de vista y otras periferias”, dice.
Para Trías, a quien la FIL entregará el premio Sor Juana Inés de la Cruz por su novela Mugre rosa, el término boom remite al fenómeno “masculino” que encumbró a Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa e “invisibilizó a grandes escritoras de ese momento”.
Costamagna encuadra este brillo en “un momento histórico”, donde diversas luchas están dando reconocimiento a las mujeres.
“Es hasta ofensivo pensar que el hecho de que las escritoras latinoamericanas publiquemos y escribamos sea una cosa que impresione (...) No es verdad. Escribimos desde hace siglos”, señala Ampuero.
“Si fuese un boom, sería otra vez crear un gueto”, añade la autora del libro de cuentos Pelea de gallos.
Pacheco prefiere hablar de un “maravilloso desembalse de voces”.
“Han estado ahí, contenidas por una represa, por el prejuicio grande de que una mujer no va a escribir tan bien como un hombre”, afirma.
Djamila Ribeiro, filósofa y ensayista contra la discriminación racial y de género, opina que esta postergación respondió también a “la falta de interés por conocer a autoras que no son del eje norte global”.
De cara al siglo XXI, escritores y lectores se inclinaron “mucho más por las subjetividades, las minorías, las historias más intimistas”, resalta Nettel, premio Herralde 2014 por la novela Después del invierno.
“Las mujeres siempre han sido las grandes narradoras de la vida cotidiana, de la vida interior”, agrega la mexicana, representada por Indent Literary Agency junto con Trías, Costamagna y Pacheco.
–¿Hay temáticas comunes?
Ampuero, afincada en Madrid, describe una paleta compartida de temas y “exploraciones” que incluyen la violencia, el miedo, las víctimas, los victimarios y el terror.
Descartar el matrimonio o tener hijos es otra coincidencia de autoras “que estábamos más en la calle, más expuestas. He usado esta palabra ‘expuestas’ con toda la intención. O sea, los peligros de ser mujer”, añade.
Desromantizar la maternidad y afrontar “las distintas violencias que sufren los cuerpos de mujer” es también un tópico “inevitable porque te marca de nacimiento”, comenta Trías.
“No están escribiendo temas que comúnmente llamarían de mujeres, que eso me parece despectivo (...). Los temas de las mujeres son los temas de la humanidad”, prosigue.
Historias “un poco aterradoras” que colindan con lo fantástico, la locura y lo onírico agrupan la obra de amigas y colegas, destaca Nettel.
Para Pacheco, más lectoras buscan “una literatura que refleje sus universos. Mujeres deseantes, asesinas, las que se detienen en el universo de lo íntimo”, reflexiona la autora de El año del viento.
Como punto en común, Piñeiro suma un “compromiso con la literatura y decir lo que quieren decir”.
“La riqueza está justamente en esa diversidad de registros y en cómo se van rompiendo ciertas estructuras anquilosadas”, destaca Costamagna, autora de El sistema del tacto y la colección de relatos Imposible salir de la tierra.
–¿Persiste el sexismo?
Ribeiro denuncia que se mantiene en tanto “todo lo que producen las mujeres se coloca como si fuera literatura femenina” y la masculina es literatura a secas. “Se coloca como menor, hay una jerarquización”, dice.
Los avances son dispares. Pacheco lamenta que en Perú no haya tantas reseñas de mujeres como en Argentina o España. Pero “no me voy a poner a llorar por esta desigualdad, la denunciamos y la convertimos en desafío”, afirma.
Nettel destaca que fue la tercera mujer en 30 años en ganar el premio Herralde y desde entonces otras tres lo recibieron.
Aunque haya progresos, Trías, radicada en Bogotá, llama a cuidar que “lo ganado no se pierda”, pues creer que “estamos en igualdad de condiciones es un poco ingenuo”.
–¿Por qué hay que leerlas?
Ampuero resalta la visibilización de las mujeres desde movimientos como Me Too, y la “sed por leerse a sí mismas”.
Para Piñeiro, el flujo se avizora imparable, pues las mujeres tienen mucho que contar y “se las rebuscan” para hacerlo.
Trías refiere a su vez un mundo que empezó a escuchar a una parte de la humanidad que estaba silenciada. “Estoy segura de que luego de estar calladas durante muchos siglos hay cosas interesantes que tienen para decir y quiero escucharlas”.
Nettel sentencia que el principal argumento para leer a mujeres es que se trata de “buena literatura”, capaz de abrir universos y conversaciones poco exploradas. “Para incomodarnos hay que leer literatura de mujeres”.