El escritor japonés Haruki Murakami se inventó un disco y escribió la reseña y muchos se indignaron ante lo que calificaron de timo pero otros le creyeron y corrieron a la tienda de discos a comprarlo. Tal disco no existe, pero la reseña fue un éxito.
Así lo hizo:
Glenn Gould ha vuelto.
¿No se estremece el lector, exultante y lleno de expectación al escuchar la noticia?
Han transcurrido varios años desde la última ocasión en que tuvimos constancia pública de nuestro querido Glenn Gould. ¿En qué lugar se encuentra retirado en estos momentos? ¿A qué se dedica? Estas son las preguntas que todos los aficionados a la música para piano llevan haciéndose hace mucho tiempo. Pese al largo mutismo que lo rodea, que sepamos no ha fallecido. Si así hubiera sido, nos habrían llegado noticias e informaciones al respecto. Preveo que algún avezado alzará la voz para señalar que tampoco tenemos indicio alguno de que esté vivo.
Hasta aquí Murakami.
Los primeros tres párrafos de este Disquero son una paráfrasis del texto titulado Charlie Parker Plays Bossa Nova, publicado originalmente en una revista universitaria e incluido en su nuevo libro, cuyo nombre es Primera persona del singular (Tusquets Editores, distribuido en México por Editorial Planeta).
El texto de Murakami es casi idéntico al de estas líneas, salvo que en lugar del nombre de Charlie Parker, nosotros pusimos el de Glenn Gould.
Hoy recomendamos un libro: En primera persona del singular, de Haruki Murakami, y proponemos un juego: inventarnos un disco y escribir su reseña, como hizo el escritor japonés que hoy nos ocupa. Fue el primer texto que publicó en su vida y causó gran revuelo: muchos protestaron indignados por la osadía de Murakami en revivir a Charlie Parker y ponerlo a tocar bossa nova. Tal disco no existe, fue una travesura, una manera de cumplir una ilusión. Otros tantos le creyeron y hubo quienes fueron a la tienda de discos para comprarlo, pues la reseña era irresistible.
Hubo quienes protestaron por lo que consideraron un engaño, aunque Murakami, con su peculiar sentido del humor, dice que no entraba dentro de sus propósitos engañar a nadie; “simplemente omití ciertas aclaraciones”. Y ríe como niño: “No es que quiera echarme flores, pero creo sinceramente que me las ingenié para componer un relato sólido, coherente y verosímil”.
La idea de Murakami es genial: inventarse un disco y escribir su reseña.
En su nuevo libro, retoma ese texto de juventud y le da nueva vida. Recomendamos ampliamente la lectura de todo el volumen, conformado por ocho relatos donde biografía y ficción pierden sus fronteras. Ya nos ocupamos en un Disquero anterior del capítulo titulado With the Beatles. Hoy nos divertiremos con Charlie Parker Plays Bossa Nova.
Murakami continúa su artículo sobre Charlie Parker y su disco imaginario así:
“¿Quién habría podido imaginar que llegaría el día en que dos músicos de registro tan dispar como Charlie Parker y Antonio Carlos Jobim unieran su talento para tocar juntos? ¿En qué cabeza habría cabido la idea de que a ellos se les uniera Jimmy Raney a la guitarra, Jimmy Garrison al contrabajo y Roy Haynes a la batería (una sección rítmica cuyos nombres bastan para ponerle a uno la piel de gallina)? Añadamos el piano de Jobim y, por supuesto, el saxo alto de Charlie Parker (Bird), y dejemos que comience la magia.”
Y pone enseguida el track listing, ocho temas que existen en la realidad pero que nunca fueron grabados por Bird y Tom Jobim.
El método de Murakami para escribir reseñas se emparenta, lo decimos con orgullo, con el del Disquero: entre otras constantes, involucra al lector, entabla diálogo:
“¿Qué sensaciones le produce a usted, lector amante del jazz, escuchar el título Charlie Parker Plays Bossa Nova? En primer lugar, es posible que dé un respingo de sorpresa y que, poco después, ráfagas de curiosidad y expectación vayan abriéndose paso, impetuosas, hasta inundar su ánimo”.
No se mide Murakami: la invención de su disco ilusorio es tan perfecta, que los alcances técnicos de su reseña son magistrales:
“Lo que sorprende en primer lugar es la eficaz autonomía en la ejecución al piano de Carlos Jobim y la elocuente fluidez y el espíritu libre de los fraseos de Bird.”
Otro orgullo del Disquero: Murakami también utiliza metáforas, figuras literarias, prosa poética, para armar sus reseñas de discos:
“Por favor, concentren toda su atención en el primero de los temas de la cara A: Corcovado… cuyo aire ensoñador evoca los ojos de una joven que contempla abstraída la hermosura de un paisaje nocturno, sentada junto a una ventana. La interpretación avanza y se desarrolla sin apenas modulaciones, con el ocasional añadido de algún que otro acorde de resonancias acolchadas, como de blando cojín ofrecido a la joven de la ventana para mitigar la dureza del respaldo de su asiento”.
Va más lejos Murakami:
“Una vez finalizada la sección de piano entra sigiloso, tenue sombra escurriéndose entre la leve abertura de las cortinas, el sonido aterciopelado del saxo alto de Bird. Apenas se ha apercibido uno de su llegada, cuando su toque se eleva ya elegante y sinuoso, confundiéndose con recuerdos y sensaciones hermosas e imprecisas como una suave brisa que traza, a su paso, delicadas y serpenteantes marcas sobre las dunas de nuestro espíritu. Cálidas marcas que uno desea que no se le borren nunca.”
El relato de Murakami adquiere enseguida las cualidades características que distinguen su escritura: la creación de atmósferas, la sensación de extravío, semejanzas con las situaciones kafkianas. Pura magia.
Sigamos el ejemplo de Murakami. Inventemos nuestro propio disco. He aquí las herramientas, hermosa lectora, amable lector: elija su compositor favorito, no importa que haya muerto ya, aquí revivimos a los genios; añada su intérprete favorito, y ahora ponga a fuego lento el estilo de música que le hace a usted experimentar las más bellas sensaciones. Ahora, júntelos y arme el modelo.
Les muestro el mío: lo titularé: Kind of Blue Variations.
He aquí un fragmento de mi reseña:
El productor de la disquera alemana ECM, Manfred Eicher, da un nuevo paso que lo reafirma como el mejor hacedor de discos de la historia: ha logrado conjuntar a dos colosos históricos: el pianista canadiense Glenn Gould, considerado por muchos conocedores como el mejor pianista de todas las eras, y el trompetista estadunidense Miles Davis. Los ha convencido, venciendo la reciedumbre de carácter y tozudez que distingue a esos dos músicos, de unir esfuerzos y recrear dos álbumes que muchos consideran en su fábula de la inexistente isla desierta: Variaciones Goldberg, que Gould grabó en dos ocasiones, la primera en 1955, a velocidades ultrasónicas, y la segunda en 1981, a lentitudes de colibrí (vuela tan rápido que parece que no se mueve), y el disco Kind of Blue, donde Miles Davis conjuntó en 1959 a un puñado de colosos para lograr un hito.
Fue espectacular todo el proceso de grabación de este nuevo disco, Kind of Blue Variations: Manfred Eicher llegó con Miles Davis y una troupe de músicos a los estudios de grabación donde se fue a vivir Glenn Gould desde 1964, convencido de que la música llega a más personas a través de los discos que en las salas de concierto.
Los recibió en bata, descalzo y de mal humor. Todo fue que Miles Davis colocara su legendaria sordina de acero Harmon en el pabellón de su trompeta para que Glenn Gould abriera la boca, los ojos y los brazos y corriera hacia su Steinway and Sons; se sentó entonces en su amada sillita remendada y ruidosa y se puso a cantar, qué digo cantar, a susurrar, gemir, las frases inexistentes, porque se trata de una pieza instrumental, sin voz, de Blue in Green, mientras Miles Davis musita en sordina frases de epifanía desde su trompeta.
Glenn Gould cantaba, gemía, las lágrimas bañaban su rostro estupefacto, mientras Miles Davis alargaba frases que parecían provenir de algún lugar donde todo es azul en verde y todo transcurre como en un sueño adánico.
El disco Kind of Blue Variations está destinado a convertirse en bálsamo, remedio, abrazo y apapacho. Escucharlo dota a las personas de una sensación de calma, serenidad, lucidez. Desaparecen todas las preocupaciones, todo está en su sitio. El mundo es más hermoso porque existe este disco. Y porque sonríes.
Y usted, hermosa lectora, amable lector, ¿ya eligió su compositor, su intérprete, ya tiene el título de su disco inexistente?
Pues a darle, que le salga bien bonita su reseña.
Y podrá afirmar, al final, lo mismo que dijo Murakami:
“¿Me cree usted, fiel lector?
Puede creerme. No me he inventado nada”.