Honiara. Violentas protestas contra el gobierno y la comunidad china sacudieron ayer las Islas Salomón por segundo día consecutivo, lo que provocó que Australia desplegara una fuerza de paz, con la rivalidad entre China y Taiwán como telón de fondo; en tanto, Pekín se alarmó por sus intereses en el archipiélago del Pacífico.
Desde el pasado miércoles, unos mil manifestantes quemaron edificios, incluida una comisaría, y saquearon tiendas en la capital, Honiara, antes de tratar de asaltar el Parlamento para derrocar al premier Manasseh Sogavare, por presuntos actos de corrupción, servicios públicos deficientes y la decisión del gobierno, en 2019, de cambiar la lealtad diplomática de Taiwán a China.
Las escuelas y los comercios están cerrados, y los residentes abandonaron las zonas afectadas de la capital por los disturbios, reportó la prensa local.
Ante la crisis, Sogavare decretó un toque de queda de 36 horas, pero los inconformes lo desafiaron y salieron a protestar, en una jornada que derivó en varios edificios incendiados, entre ellos el recinto legislativo, una escuela, sucursales bancarias; además, tiendas y negocios del barrio chino fueron saqueados, mientras la policía reprimió con gas lacrimógeno y balas de goma.
La embajada de China en las islas expresó su preocupació al gobierno y lo exhortó “fortalecer la protección” de sus empresas y personal.
El premier del pequeño archipiélago lamentó “este acontecimiento triste y desgraciado que busca tumbar un gobierno elegido en democracia”. Aseguró que todos los implicados en los disturbios serán llevados ante la justicia.
“Sinceramente, pensé que habíamos superado los días más oscuros en la historia de nuestro país. Sin embargo, los acontecimientos de hoy son un doloroso recordatorio de que tenemos un largo camino por recorrer”, comentó.
A petición de Sogavare en virtud de un tratado bilateral de seguridad, el premier australiano, Scott Morrison, informó que envió a las islas 73 agentes de la policía federal, 43 soldados, un barco patrulla y cinco diplomáticos para implementar una operación de seguridad que se prolongará algunas semanas con la finalidad de atajar la violencia.
La mayoría de los manifestantes proceden de la isla vecina de Malaita, cuyos lugareños se quejan de sentirse ignorados por el gobierno y se oponen a su decisión de cambiar su relación diplomática con China. Numerosas comunidades de esa isla habían entablado estrechos vínculos con Taiwán, mientras rechazan los proyectos de ayuda financiados por Pekín.
En otro orden, Shu Jueting, vocera del Ministerio de Comercio de China, manifestó su rotundo rechazo a nuevas sanciones contra 12 de sus empresas impuestas por Estados Unidos, por conducto del Departamento del Comercio, por “razones de seguridad nacional y política exterior”.
Agregó que las nuevas sanciones se aplicaron de forma arbitraria, no benefician a Washington, ni contribuyen a la seguridad de la cadena de producción y abastecimiento global y menos contribuyen a la recuperación económica mundial.
Por otro lado, Filipinas se niega a reflotar un barco encallado hace 22 años en el banco de arena de Ayungin, en aguas en disputa del mar de China Meridional.