El Corona Capital 2021 (20 y 21 de noviembre) no se sintió como un regreso absoluto y feliz, tal y como se ha vivido este festival en ediciones previas, pues estuvo lleno de tropiezos, carencias y contrastes: se pasó de la desilusión, el abuso y el enojo, al estado sublime-cósmico-musical. Inevitable pasar por alto las cancelaciones de tres cabezas de cartel en un mismo día (sábado), que si bien no fueron total responsabilidad de los organizadores (el nacimiento del hijo de uno de los integrantes de The Kooks, el contagio por Covid-19 de uno de los músicos de la magnífica St. Vincent, la infección estomacal de un miembro del dueto inglés Disclosure), sí desataron la furia de muchos asistentes, pues el aviso sobre la ausencia del último (el más esperado de esos tres) ocurrió ya iniciado el festival y no antes, lo que pareció ser deliberado para no perder asistencia; la molestia prosiguió pues la “compensación” fue invitar a los afectados a asistir gratis el domingo, siendo que muchos pagaron sólo por ver a los cancelados y no tenían interés en los artistas del día siguiente o no les era posible acudir; además, la medida resultaba injusta para quienes pagaron abono por dos días. En redes sociales se manifestaron numerosas personas para pedir a Profeco interviniera en un reembolso de entradas (https://bit.ly/3laHoxD), a lo que la Procuraduría propuso presentar una queja de grupo (https://bit.ly/32oydTK). Un usuario recordó el Artículo 92-bis de los derechos del consumidor: “…tendrá derecho a una bonificación o compensación cuando la prestación de un servicio sea deficiente, no se preste o no se proporcione (…); aquélla no podrá ser menor al 20 por ciento del precio pagado (https://bit.ly/3FHsSFs)”. Así que la exigencia es válida y habrá que dar seguimiento a lo que proceda.
Asimismo, el contraste entre la felicidad de poder asistir al fin a un festival de este calibre tras casi dos años de confinamiento, con la caída de la economía de muchos, hizo que la noche temprana del sábado se tornara desoladora, no sólo por los huecos de tiempo de los faltantes (también el domingo se sintió ese vacío), sino porque había unas 10 mil personas menos de lo usual (unos 60 mil por día, en vez de los 70 mil habituales). Muchos boletos fueron regalados en medios y redes, pues las ventas fueron bajas, acaso por lo caro de los boletos y, como se dijo hace una semana (https://bit.ly/3r84b0O), por la falta de artistas de mayor nombre, mismos que fueron difíciles de agendar por la incertidumbre de la pandemia.
Musicalmente, fue más notorio que la tirada o perfil del festival es ya decididamente de pop comercial / aspiracional, al ver tal vez que lo más propositivo de electrónica y rock está ya cubierto por otros encuentros (NRML, Hipnosis, Ceremonia, CTRL, Bahidorá). Así que la mayoría del elenco, como también aquí se comentó, cubrió un sonido amilanado, poco arriesgado o novedoso, acaso muy popular en emisoras tipo Alfa 91.3 o Radio Disney. Con todo, hubo gratos momentos aislados y por supuesto, el acto triunfal de Tame Impala, muy por encima de todo el festival. En resumen, podría decirse que fue su edición más floja y errática.
Sábado 20. Tame Impala: con sonido impecable e impresionante juego de luces y visuales sicodélicos, el combo australiano encabezado por Kevin Parker hizo volar a los asistentes con un show mágico, potente y hermoso, tal y como son sus composiciones y ejecuciones, que compensó con creces la expectativa de una actuación pospuesta cuatro veces desde 2020: “We made it!” (lo logramos), gritó Parker a una audiencia derretida a sus pies. Khruangbin y su funky-soul-dub fue otro momento triunfal: pura finura. La dominicana Yendry hizo vibrar con su aterciopelada voz soul sobre ritmos ragga, electro-bachata y new wave. Similar delicia soulera con la inglesa Hamzaa. Emoción con Slowthai, !!!, Faye Webster, Boy Pablo, Dayglow, Ashnikko. Aburrición pop con LP, Turnstile, Bleachers.
Domingo 21. La mayor alegría fue brindada por The Whitest Boy Alive con su electro-rock colorido, seguido por la actuación oscura, industrial-punk, de la gran Jehnny Beth. Energía guitarrosa medio demodé pero aceptable, con Parquet Courts, The Bravery y Royal Blood. Buena nostalgia ochentera con Lightning Seeds; belleza electro-etérea con Aurora; electrónica espesa con Ela Minus. Electro-soul sabroso con Cautious Clay. House de caché con Flight Facilities y Rüfüs Du Sol. Aburrición pop con Twenty One Pilots.
Bratty en Lunario. Porter.
Sábado 27. 1. La sinaloense Bratty, gran sensación de electro-rock-pop melancólico entre la Gen Z (reseña Ruta Sonora: https://bit.ly/3129LqT), presenta su segundo álbum TDBN. Muy recomendable. Lunario, 19 horas, $720. 2. El folclor lisérgico-espacial de los tapatíos de Porter, en Auditorio BB (Tlaxcala 160, Condesa), 21 horas, $650 (Boletia: https://bit.ly/3nQhPDO).
Twitter: patipenaloza