París. Escritores africanos coparon este año tres grandes premios internacionales: el Nobel; el Booker, en el Reino Unido, y el Goncourt, en Francia.
“Asistimos a un renacimiento de la atención del mundo literario respecto de África”, declaró Xavier Garnier, profesor de literatura africana francófona y suajili en la universidad Sorbonne Nouvelle. Un fenómeno “singular”.
Históricamente, los escritores africanos han estado subrepresentados en el palmarés internacional.
Pero este año el senegalés Mohamed Mbougar Sarr se erigió, a sus 31 años, como el primer escritor de África subsahariana en obtener el Premio Goncourt, el Graal de las letras francesas, por su novela La plus secrète mémoire des hommes (La más secreta memoria de los hombres).
Ese mismo día, el sudafricano Damon Galgut obtuvo el Premio Booker, máxima recompensa para las novelas escritas en inglés.
La coronación llegó con el Nobel atribuido al tanzano Abdulrazak Gurnah.
Pero la lista no se acaba ahí: el Booker coronó al francosenegalés David Diop, el prestigioso Premio Neustadt (Estados Unidos) fue otorgado al senegalés Boubacar Boris Diop y el Camões (que recompensa a un autor de lengua portuguesa) a la mozambiqueña Paulina Chiziane.
Galardones que llegan tras el “renacimiento de la literatura africana en los recientes 10 años”, explica Boniface Mongo-Mboussa, doctor en literatura comparada.
Ecología y afrofuturismo
La literatura africana es dominada de manera creciente por “escritores profesionales”, lo que “no ocurría con nuestros predecesores”, indica este experto.
Otro fenómeno coincidente: “La entrada en escena de las mujeres”, como Tsitsi Dangarembga (Zimbabue), Paulina Chiziane (Mozambique) o la ya galardonada en varias ocasiones Chimamanda Ngozi Adichi (Nigeria).
Los temas también han cambiado, explica Mongo-Mboussa, escritor y crítico literario.
Mohamed Mbougar Sarr, premiado con el Goncourt, “eligió hablar de literatura” en su novela, lo que supone “tomar distancia” con los temas más habituales de las novelas africanas, “por ejemplo, la violencia, la guerra, los niños soldados”.
El feminismo, la homosexualidad, la ecología y el afrofuturismo (corriente de la ciencia ficción) también aparecen en la producción literaria del continente.
“Nos estamos dando cuenta desde el continente africano de los grandes peligros (sociales, ecológicos, políticos) que nos amenazan”, estima Xavier Garnier.
Los años 50 y 60 fueron “momentos de reconocimiento de la literatura africana” como “fenómeno político y literario”, por ejemplo con Léopold Sédar Senghor, escritor, poeta y primer presidente de Senegal, explica.
Pero ahora el panorama ha cambiado, con la aparición de premios nacionales, nuevas editoriales y revistas literarias, explica Claire Ducournau, socióloga especialista en el mundo literario de la universidad Paul-Valéry de Montpellier.
“Muchas cosas se han ido modificando en la década reciente”, declaró la investigadora, quien estudió el reconocimiento de los autores africanos francófonos a lo largo de varias décadas.
Suajili y wolof
Sin embargo, en el mundo francófono persiste la distinción entre literatura francófona y francesa, destaca Boniface Mongo-Mboussa.
Varios escritores africanos se han erigido con el premio Renaudot, otro gran reconocimiento literario francés, y el novelista francocongoleño Alain Mabanckou dio clases en el prestigioso Collège de France.
Pero los autores francófonos africanos siguen siendo percibidos como “productos del antiguo Imperio” y no realmente como actores en pie de igualdad, añade este doctor en letras.
La situación es diferente en el mundo africano anglófono, cuyos escritores están totalmente integrados en el mundo universitario estadunidense y británico.
Su obra se beneficia además de un mercado más dinámico y de la atención de la crítica.
De los cinco autores africanos laureados con el Nobel, cuatro son anglófonos, y el quinto es arabófono. Falta, sin embargo, el máximo reconocimiento a los que escriben en suajili, wolof u otras lenguas del continente africano.