El chavismo logró una contundente victoria en las mega-elecciones regionales y municipales del 21 de noviembre. Había en disputa 3 mil 82 puestos de elección popular, entre ellos 23 gubernaturas, 335 alcaldías, 253 diputados a consejos legislativos estatales y 2 mil 471 concejales municipales, para los que se presentaron 70 mil candidatos. Le otorga gran legitimidad a la cita electoral la concurrencia a las urnas de la gran mayoría de la oposición, incluida la que, hasta hace unos meses, se mantuvo atada a la desestabilización y al golpismo ordenados por el imperio y que había jurado no participar en comicios “con el chavismo en el poder”.
El hecho constituye una gran derrota de la política de desconocimiento de la institucionalidad venezolana, de descalificación al prestigioso Consejo Nacional Electoral (CNE) y de cambio de régimen sostenida por Estados Unidos (EU) desde la época de Obama, arreciada duramente por Trump y mantenida por Biden. También refuerza la legitimidad de la contienda, la asistencia de 42.26 por ciento, proporción perfectamente ajustada a la habitual participación en comicios de este carácter. Por poner un ejemplo muy cercano, ese mismo día, en Chile, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, en todas partes las de mayor afluencia de votantes, sólo se alcanzó 46.7 por ciento de asistencia. No obstante, la migración provocada por el implacable bloqueo gringo y la persistente desconfianza en el CNE y en el camino electoral sembrada por la oposición guaidosista entre sus seguidores debe haber disminuido la votación. El bloqueo también incita a la apatía a simpatizantes naturales del chavismo, absortos en la solución de sus problemas individuales. Pero ese sector puede ser seguramente motivado y movilizado más adelante por un chavismo victorioso y por la mejoría económica que viene.
De los cargos que se elegían, el chavismo (Gran Polo Patriótico-GPP: el Partido Socialista Unido de Venezuela-PSUV y sus aliados) se ha adjudicado 19 gubernaturas y tres la oposición: Cojedes, Nueva Esparta y el estratégico Zulia ( sede de importantes yacimientos petroleros, el más poblado del país y fronterizo con Colombia), una pérdida sensible para el chavismo. Sin embargo, mientras el PSUV ha forjado nuevos y jóvenes liderazgos regionales y ha consolidado los existentes, la oposición sólo gana con políticos veteranos y fracasa con casi todos sus jóvenes candidatos, ligados a la violencia y sujetos las órdenes de Washington. Únicamente los vistos como partidarios del camino electoral han logrado, cuando no imponerse al chavismo, al menos superar a los candidatos del odio. Mientras, en contienda cerrada, es inminente la definición de la gubernatura de Barinas, estado natal de Chávez y por ello simbólico. El GPP conquistó 205 de las 322 alcaldías ya adjudicadas por el CNE y 117 la oposición. Es seguro que la mayoría de los cargos de miembros de los consejos municipales y estadales vayan a manos del chavismo.
Cabe subrayar que el PSUV se llevó nueve de las 10 alcaldías más importantes del país. Entre ellas la del muy relevante municipio Libertador, en Caracas, uno de los puestos electivos de mayor trascendencia nacional, donde la magnífica candidata Carmen Meléndez superó ampliamente la suma de los sufragios de todos los abanderados opositores al acumular 360 mil 369. También rebasan los candidatos chavistas en número de votos a la totalidad de sus contrincantes en las gobernaciones de Carabobo, Delta Amacuro, Aragua y La Guaira, por poner ejemplos. Ello demuestra que no en todas partes la oposición, “si hubiera competido unida”, se habría alzado con la victoria, hipótesis en todo caso absurda pues el “si hubiera” considera una realidad estática, lineal, que no es como se comporta la política. No toma en cuenta, además, que los agravios, odios, celos y personalismos que envenenan a la oposición venezolana hacen por el momento inviable la hipótesis de que se una, situación agravada por la política que le ha impuesto EU, llamada a empeorar toda vez que Washington, pese a haber dado luz verde para competir, aunque muy tarde, a la oposición extremista, recién vuelve a apoyar al inexistente gobierno “interino” de Guaidó por boca del secretario de Estado Tony Blinken, actitud que muestra el distanciamiento de la realidad imperante en la Casa Blanca. Pues no es únicamente sobre Venezuela, parecería una patología que le impide distinguir entre la realidad y sus deseos, sea en Cuba, en Siria, en el estrecho de Taiwán o el mar Negro.
La elección del 21N es una gran victoria del pueblo venezolano y de las fuerzas revolucionarias y populares de América Latina y el Caribe. Le guste o no a EU y a la Unión Europea, refuerza aún más el liderazgo del presidente Nicolás Maduro, el prestigio internacional de Venezuela y no deja espacio para las políticas de bloqueo y cambio de régimen que, más temprano que tarde, tendrán que cambiar.