Una cebolla en la acera es lo que quedó de la taquería El Gallito, ubicada en la esquina de Insurgentes Sur y Ameyalco, en la colonia Del Valle Centro, que la madrugada del martes cerró sus puertas y desde ayer luce tapiada con láminas de acero inoxidable soldadas en la entrada por dos trabajadores.
Anoche fue una esquina silenciosa, sin el movimiento habitual que iniciaba antes del mediodía con la descarga de productos y labores de 20 a 25 personas, la mayoría hombres, entre cocineros, meseros y personal de limpieza.
Sólo dos mujeres se encargaban de preparar a mano las tortillas de maíz para los tacos de pastor, bistec, costilla, chuleta y arrachera, así como de otras especialidades del lugar, como el caldo tlalpeño y la sopa de médula.
También quedó tirado un pedazo de la asa que fue de una taza, luego de que todos los utensilios de cocina, mesas, sillas, refrigeradores, cajas de cartón y botes de plástico fueran sacados del lugar, que permanecía abierto –antes de la emergencia sanitaria– día y noche adonde llegaba gente de todas las edades antes o después de entrar a otros establecimientos de la zona.
En la parte superior del local aún permanece el anuncio espectacular en el que presumía la existencia de El Gallito desde 1963 y promovía al negocio como “los mejores tacos de México”, pero en las inmediaciones todo es hermetismo. Los vendedores de dulces, tacos de canasta y el empleado que supervisa la colocación de las puertas de la legendaria taquería prefieren no hacer comentarios de los motivos del cierre.
En la Secretaría de Gobierno capitalina se informó que se trató de un desalojo entre hermanos que dicen ser los dueños, mientras la alcaldía Benito Juárez señaló no tener intervención al tratarse de un tema entre particulares; en tanto, la Secretaría de Seguridad Ciudadana indicó que policías capitalinos estuvieron presentes para el resguardo, sin que se tratara del acompañamiento por una orden judicial.
Un hombre que trabaja en las inmediaciones del establecimiento como franelero dijo con nostalgia que el domingo “me comí los últimos dos taquitos, uno de pastor y uno de bistec” que pidió para llevar y que extrañará la salsa roja.
Se desconoce adónde se llevaron los muebles que hasta la noche del martes permanecían en la calle, también si la taquería volverá a abrir con el mismo nombre o cerrará para siempre, pero el hombre –que llevaba una franela azul en el cuello– deseó a los meseros, a quienes saludaba todos los días, que “ojalá encuentren trabajo pronto, porque la situación está muy dura”.