Dentro de seis meses, la escritora Elena Poniatowska cumplirá 90 años y luce radiante. Presenta su nueva novela, el libro dos de El amante polaco (editado por Seix Barral), en el cual entrelaza la soledad y pesares del último rey de Polonia, Stanislaw Poniatoski, con recuerdos entrañables de su vida profesional y familiar.
Sobre todo, en esas páginas reflexiona acerca del oficio de entrevistadora que le abrió la puerta “a la sonrisa de Alfonso Reyes, Octavio Paz, Diego Rivera y Juan Rulfo; recibir su amistad le dio sentido a mi vida”, escribe.
Ahí está también el relato de su llegada al diario Novedades en 1955, donde el periodista Fernando Benítez la “mataba de trabajo” y le decía “angelito, tienes que subir de categoría, para eso está el suplemento México en la Cultura (que él dirigía). Angelito, angelito, entrevista a Alfonso Reyes. Angelito, vete a ver a Luis Barragán”.
Elena reconoce que nunca imaginó llegar a ser una figura importante en la cultura nacional, como aquellas personalidades con las que le tocó charlar en sus inicios y que luego se hicieron sus amigos: Luis Buñuel, Carlos Fuentes, Leonora Carrington, Vicente Rojo, José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis, por citar un puñado.
“El oficio de periodista es muy humilde, haces antesala y muchísimas cosas que finalmente son de subordinación, de ‘a ver si me hacen caso y si me responden’; por eso, este oficio te enseña a saber esperar, es una lección”, dice en entrevista con La Jornada.
Luego, su imaginación vuela hacia aquella primera redacción que la recibió, en la que un día cualquiera algún colega le decía: “queremos felicitarla por ser día de su santo. ¡Venga el abrazo, Elenita!”, y de inmediato se formaban frente a ella 10 reporteros, ante el enojo del artista y caricaturista político Alberto Beltrán, quien le reprochaba: “¿No te das cuenta de que todos quieren pasarse de listos?”
Si la escritora de casi 90 años tuviera enfrente ahora mismo a aquella muchacha güerita que hacía malabares para que la vida no se le viniera encima, asegura que “le diría que no se cansara tanto, que se cuidara más, que no trabajara mucho; le diría:‘ ten más seguridad y fe en ti misma, haz menos entrevistas y más crónicas de lo que tú vives, no dejes en segundo lugar tus novelas o cuentos’.
“Pero yo quería y quiero servir a mi país, porque tuve una educación ligada con la colonia francesa; luego me fui a Estados Unidos, aprendí idiomas, y eso me ayudó mucho, pero sentí que no pertenecía a este país, y eso era importante para mí: pertenecer a México a través de las entrevistas.”
Mirada y olfato de reportera
La autora cuenta que pasó varios días “volando bajo” por lo del robo a su casa ocurrido el domingo 14 de noviembre. Pero su biblioteca, su tesoro más preciado, luce intacta al igual que su sonrisa cuando bromea acerca del asalto: “Si hubiera estado sola aquí tomando el sol, seguro me habrían encajado un cuchillote en la garganta o me ahorcan. Soy muy confiada.
“Estos libros que no quiso el ladrón supongo que algún día mis hijos o la fundación que tengo los regalarán.”
Elena escucha atenta a las personas que la rodean, de repente alguien comienza a hablar del miedo que ha sentido durante la pandemia, de lo duro que ha sido seguir trabajando en la calle, llegar a casa y temer abrazar a la familia.
De inmediato se enciende la mirada de la periodista, porque ella es, ante todo, reportera. Ha olfateado una buena historia. “¿Quiero entrevistarlo?”, pide Poniatowska a todo aquel que coloca frente a ella un relato que mueve ese instinto.
“Nunca he dejado de hacer periodismo –añade–, porque siempre hay personas que me llaman o me tocan a la puerta y me dicen: ‘fíjese que me pasó esto o lo otro’. Alguna vez pensé dejar el periodismo y dedicarme sólo a la literatura, pero cada vez que quise hacerlo alguien me decía: ‘quédese otro poco’. Además, cuando esta víbora pica no hay remedio en la botica, y es verdad. El periodismo es adictivo.
“Por el periodismo han muerto muchísimos hombres y mujeres, por su pasión por informar, porque lo traes adentro; es algo que late en el corazón y tú sales a las calles a ver qué pasó, sin pensar que a lo mejor te estás jugando la vida.
“Claro, también hay periodistas que ya no quieren escribir ni estar en las redacciones, sino aparecer en televisión. Pero han surgido muchos colectivos de muchachos que están haciendo buen periodismo.”
Poniatowska, Premio Cervantes 2013, considera que ya no existen las “mafias culturales” como la que comandó en su época Fernando Benítez. “Se han diluido muchísimo. Dicen que todo ha quedado entre dos revistas culturales, pero muchos periódicos han eliminado sus páginas de cultura.
“Las mafias culturales respondieron a una época; ahora se quiere dividir a la gente en pro-AMLO o anti-AMLO, pero ya no existe un jefe como fue Benítez, ni un Octavio Paz, que también tenía su grupo.”
La colaboradora de La Jornada tiene su escritorio lleno de proyectos; para empezar, programa varias entrevistas para su colaboración dominical en estas páginas y cuenta que tiene “un montón de libretas con cuentos; también me encontré poemas, aunque nunca me he sentido poeta, así que hay mucho por escribir. Claro, he cuidado de mis tres hijos, pero finalmente lo único que he hecho en la vida es escribir”.