Recientemente falleció el ingeniero Sergio Reyes Osorio. Su nombre seguramente no le dice nada a las nuevas generaciones y a los actuales funcionarios públicos. En un país que suele olvidar a los que le han servido con eficiencia y honradez, vale la pena recordar la trayectoria de quien nació en la Ciudad de México en 1934. Realizó sus estudios profesionales en la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo, semillero de especialistas en materia agropecuaria y decisivos en el proceso de la reforma agraria, fruto destacado de la Revolución Mexicana.
Reyes Osorio fue un brillante estudiante gracias a lo cual obtuvo una beca para cursar su postgrado en economía agrícola en la Universidad de Wisconsin, la más importante de Estados Unidos en ese tema. De regreso a México, ocupó varios cargos en el sector público y en 1965 fue nombrado director del Centro de Investigaciones Agrarias, fundado en 1955 por el maestro Gilberto Loyo. Su objetivo: estudiar los problemas del uso y tenencia de la tierra en el país, tarea en la cual participaron figuras destacadas, como los ingenieros Manuel Mesa Andraca y Marco Antonio Durán. Pero el parteaguas en el quehacer del Centro fue cuando Reyes Osorio tuvo bajo su responsabilidad un vasto proyecto para evaluar la reforma agraria, los problemas de la tenencia de la tierra y la contribución del sector rural al desarrollo económico y social del país.
Para lograr dichos objetivos, contó con un grupo multidisciplinario de investigadores de alto nivel. Entre ellos, Rodolfo Stavenhagen, destacado sociólogo y antropólogo, y Salomón Eckstein, autor del mejor estudio sobre los ejidos colectivos creados durante el sexenio del presidente Lázaro Cárdenas. Además, reunió a una decena de jóvenes antropólogos, economistas, agrónomos y sociólogos. Los frutos de ese trabajo que sigue siendo de consulta obligada para quienes analizan los problemas del campo, lo editó en 1975 el Fondo de Cultura Económica en un grueso volumen bajo el nombre de Estructura agraria y desarrollo agrícola en México.
Como parte de ese estudio, durante cinco años el personal del centro, así como de Chapingo, la Universidad Nacional Autónoma de México y la Escuela Nacional de Antropología realizaron más de mil encuestas y testimonios orales en regiones claves: la Meseta Tarasca, Uruapan y el Valle de Apatzingan, en Michoacán; el Bajío; la región lagunera, Sonora, Guerrero y Tlaxcala; en la Cuenca del Papaloapan y en Candelaria, Campeche. Esos valiosos materiales permitieron conocer los problemas de todo tipo que enfrentaban los campesinos; los desequilibrios en la relación tierra-hombre por la explosión demográfica; la explotación de los jornaleros agrícolas; la distribución del ingreso rural, el aprovechamiento de los recursos naturales y la brecha económica entre el sector social (ejidos y comunidades indígenas) y el empresarial, especialmente en los distritos de riego. También cómo el sector agrario fue fundamental para el crecimiento general del país, mientras no recibió a cambio lo justo. En varios libros se expuso la situación imperante en cada una de las regiones estudiadas.
Gracias al prestigio que alcanzó Reyes Osorio como director de dicho centro, fue llamado en 1970 a colaborar en altos cargos en el sector público y relacionados con los asuntos referentes al desarrollo agrícola y la situación de los campesinos. Lo hizo durante 40 años. Por esa labor tuvo reconocimientos nacionales y del exterior. Además el respeto de sus colegas y los secretarios de Estado con los que colaboró. En muy buena medida porque nunca ocultó su desacuerdo con medidas que consideraba contrarias a los intereses del país. Por luchar por la eliminación del arsenal químico utilizado contra las plagas y remplazarlo por el control biológico de las mismas. Además, contra la siembra de organismos genéticamente modificados.
Tuve el privilegio de formarme profesionalmente en el Centro de Investigaciones Agrarias cuando Reyes Osorio lo dirigía, y tratarlo después como funcionario ejemplar, que no se enriqueció a la sombra del presupuesto, ni olvidó su origen humilde. Por todo eso deseo recordar su contribución en la lucha por lograr un país menos desigual en el sector rural. Un problema que prometen resolver cada sexenio. Más todo queda en promesas.