Para el vino, ¿hay un paladar mexicano? ¿gusta de caldos menos astringentes y fáciles de tomar? Maglén dice que sí, y acaba de colocar en el mercado unos elaborados con esa premisa, que además obtuvieron varios premios en su primera salida al mundo de la cata internacional y las medallas. Su Nebbiolo 100 por ciento, con 8 meses de barrica en roble francés, y su Petit Verdot, con 12 meses de barrica y una guarda en botella de 18 meses consiguieron varios premios en el México International Wine Competition. Maglén es uno de los negocios pujantes en el Valle de Guadalupe, tiene una vinícola, pero también un hotel, espacios para bodas y fiestas, restaurantes y muchas actividades que dan vida (quizá demasiada para algunos), a ese valle. No es un negocio de los llamados “golondrinos”, pues lo atienden la pareja ensenadense que lo creó y sus hijos. Pero tampoco son la vinícola tradicional; su espacio se publicita como un resort, con viñedos, albercas, jacuzzis, asadores, terrazas (y cuenta con ellos).
En la disputa actual por el Valle de Guadalupe, entre quienes desean mantenerlo como una zona agrícola donde la actividad principal es el cultivo y producción de vino, Maglén entra en conflicto. Produce vino, pero no es su principal actividad, también organiza cursos con parrilleros profesionales –asar carne es toda una cultura aunque Alfonso Reyes pensara lo contrario–, bodas, y tiene uno de los mejores restaurantes del valle. Este espacio representa ese dilema del famoso Valle de Guadalupe, el más famoso de los vinícolas de Ensenada, que produce 70 por ciento de caldos que se producen en México, aunque algunos dicen que han debido importar el mosto porque esta rebasado por su fama y no alcanza a producir la cantidad que el mundo le demanda.
¿Cuánto turismo quiere atraer?, ¿cuánto puede albergar? La gobernadora Marina del Pilar ya dijo que no permitirá que se convierta en “un antro” y en 2022 será la sede del Congreso Internacional Vitivinícola. La vocación del valle está a discusión. Hay quienes quieren construir villas, centros habitacionales y de espectáculos para atraer un turismo masivo que a mediano plazo es depredador, contamina, pero sobre todo no le interesa la vida de quienes ir a dormir temprano. El futuro del Valle de Guadalupe está en el aire.