Desde las primeras escenas, captadas en la sala de duchas de un internado rural para niños kurdos en Anatolia, Turquía, Mi mejor amigo ( Brother’s keeper , 2021), tercer largometraje de ficción del realizador de origen kurdo Feri Karahan, ofrece constancia de las duras condiciones sanitarias y de la disciplina carcelaria que en ese país padece la población infantil perteneciente a una minoría étnica estigmatizada. Pero en lugar de enderezar una denuncia frontal a la discriminación ya muy documentada, el cineasta elige explorar y contrastar el comportamiento de varios individuos que se afrontan en una soterrada lucha de poder. La aparente calma en el virtual penal educativo turco se ve de pronto interrumpida cuando uno de sus alumnos, un niño de 11 años conocido como Memo (Nurullah Alaca), cae enfermo, víctima de un resfrío ocasionado por haber sido obligado, como castigo a una falta menor, a ducharse con agua helada cuando la temperatura exterior era de los 20 grados bajo cero.
La postración del niño, que sin presentar ninguna fiebre se encuentra en estado catatónico, inquieta a profesores, al director del plantel y a un prefecto, responsables de una negligencia inexcusable. Todos intentan eludir la responsabilidad. Mientras tanto, se avizora un desenlace fatal para el pequeño. Su compañero de clases Yusuf (Samet Yildiz) observa este drama con impotencia, empeñado en hacer hasta lo imposible para salvar la vida de su amigo. Esta actitud solidaria de Yusuf exhibe la falta absoluta de empatía en funcionarios públicos interesados en mantener sus privilegios, imponer un sistema disciplinario del que con facilidad ellos mismos se exoneran, incurriendo todos de este modo en reincidentes prácticas de corrupción que terminan siempre impunes.
Pocos realizadores en Medio Oriente son capaces de transmitir las angustias y dilemas morales que invaden a un niño como solía hacerlo el iraní Abbas Kiarostami, en particular en su llamada trilogía de Koker iniciada con la espléndida cinta ¿Dónde está la casa de mi amigo? (1987). Al respecto, el kurdo Ferdi Karahan se revela aquí como un discípulo aventajado del maestro de Teherán. Al lado de la intensidad dramática que logra conferir a la mirada y el comportamiento de Yusuf frente al lecho de su amigo, los otros personajes adultos se antojan esquemáticos y unidimensionales, cercanos a una autoridad abusiva.
Mi mejor amigo se vuelve así un notable estudio de la conducta infantil y de su vulnerabilidad. Muestra de modo conmovedor la lealtad afectiva de un niño hacia un compañero. Insinúa también, en un relato con tintes autobiográficos, la inquietante lógica de un sistema de corrupción susceptible de ser transmitido de una generación a otra, convirtiendo a sus víctimas de hoy en los posibles verdugos de mañana.
Se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional, a las 13 y 18:30 horas.
Twitter: @CarlosBonfil1