En las elecciones de este domingo en Venezuela se disputan 3 mil 82 cargos regionales y municipales, pero es mucho más lo que hay en juego. Venezuela, afirman Paula Giménez y Matías Caciabue, se ha constituido en un escenario donde se debaten abiertamente –aún en sus contradicciones– el proyecto revolucionario contra las fuerzas de la “contrarrevolución”. Un proyecto contra el más recalcitrante proyecto neoliberal, principalmente conducido por Estados Unidos.
Para comprender lo que está en juego en Venezuela y en la región, resulta necesario leer los enfrentamientos en el contexto de las nuevas estrategias utilizadas por los imperios. La revolución científica y tecnológica ha traído transformaciones en las leyes de la guerra. Hacen su aparición las guerras híbridas o guerras difusas contra “gobiernos y procesos políticos considerados ‘hostiles’”, afirman ambos investigadores (https://estrategia.la/).
Mientras, Gabriel Vera López destaca en estas elecciones venezolanas “un cambio de estrategia de las fracciones más radicales de la oposición, que en los últimos años habían apostado por un ‘cambio de régimen’ mediante el desconocimiento de Maduro (…) con la creación de un gobierno paralelo encabezado por Guaidó”, estrategia que ha entrado en crisis (https://bit.ly/3DHmo91).
Pareciera que en Chile, opinan Giménez y Caciabue, llegamos a un “punto de bifurcación”: o termina de parir un proyecto político capaz de articular las expectativas populares o se avanza en un proyecto más explotador encabezado por las fuerzas de la reacción, restableciendo el statu quo y el orden.
A días de realizarse las elecciones presidenciales, las encuestas muestran una polarización entre la extrema derecha y la izquierda. José Antonio Kast, fiel representante de la amalgama de cuadros del Opus Dei y de los Chicago Boy’s que cogobernó Chile con Pinochet, y Gabriel Boric, ex líder de las protestas universitarias de 2011 y 2012, son quienes podrían llegar al balotaje. Por motivaciones distintas, ambos tienen, en sus discursos, algo en común: desprenderse de los pasados 30 años de política chilena.
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