El pasado 10 de noviembre fue de júbilo para muchos jaliscienses que, con míseras armas, hemos estado enfrentado a quienes suelen hacer su santa voluntad para obtener pingües ganancias. No podemos estar del todo seguros de que el triunfo del pueblo y del gobierno federal se consolide, pues quienes ven afectada su acumulación de capital ya empezaron a respingar y ¡quién sabe lo que consigan!
Cuando fueron panistas los gobernantes de Jalisco, Guanajuato y Palacio Nacional, rápido se pusieron de acuerdo para llevarse a la ciudad de León una buena cantidad de agua del jalisciense río Verde, que a Guadalajara le hace mucha falta, para servir a los divos de la cuadrilla foxista de su estado, todavía en el candelero.
La defensa durante muchos años fue en verdad popular y al menos logró entorpecer a la llamada “hidromafia”. No le importaba a ésta que, para abastecer de agua a empresarios guanajuatenses, se inundara el valle en que se yerguen dos poblados no muy nuevos, como Acacico y Palmarejo, y otro de raíces anteriores a la Conquista, con vestigios del siglo XVI: de cariño le decimos Temaca.
No en vano un cura llamado Alfredo R. Placencia, condenado al destierro por ejercer la paternidad responsable, nos legó seis poemas sobre Temacapulín que, grandes conocedores como Hugo Gutiérrez Vega, consideran entre lo mejor de nuestra literatura.
A cambio ofrecieron construirles a los pobladores desplazados, en un lugar elevado, seco e inhóspito, viviendas que definían como “dignas”… Empezaron con algunas que, no obstante haber costado cada una lo que una casita de clase media, resultaron ser unas verdaderas pocilgas hacinadas y pequeñas a más no poder. Ahí están todavía como monumento al menosprecio de los panistas jaliscienses, y uno que otro colado de la capital, por los habitantes afectados. Alguien, al frente entonces de la Comisión Estatal del Agua, hizo pingüe negocio… Mas su voracidad y menosprecio por la gente pobre tuvo su castigo, pues los supuestamente favorecidos se negaron a vivir en tales crujías. Por ahí anda el hombre ahora medio escondido en la capital después de sus fechorías…
Pero es el caso que, de momento, la intervención presidencial parece haber dispuesto lo necesario para salvar a las tres poblaciones parando el golpe, garantizando más agua para Guadalajara y dejando con un palmo de narices a los capitostes de la construcción que no se tentaban el corazón para asesinar a las referidas localidades con tal de aventar una millonada de litros de agua a la ciudad de León y ganar muy buenas piastras construyendo fraccionamientos de medio pelo.
El chiste para ello era subir a 125 metros la cortina de la presa y construir un larguísimo acueducto.
Todavía poco antes de que el Presidente de la República tomara cartas en el asunto y se decidiera dejar la cortina de la presa a 85 metros de altura para salvar la vida de los pueblos, un interesado en el negocio de la construcción llamado José Gómez escribía un artículo argumentando que en el valle de Temaca vivía muy poca gente y, a la manera del comunismo chino, valía la pena sacrificarla para beneficio de muchos miles de habitantes de León y, obviamente, de él mismo.
Al parecer, la reciente intervención del Presidente, junto con muchos miembros de su gobierno, puso alto al desaguisado. Jalisco no lo olvidará de seguro.