A los 101 años, María O’Higgins, esposa y modelo del gran pintor y grabador Pablo O’Higgins (fallecido en 1983, a los 79 años), reitera: “Así como me lo pidió Pablo, uno de los miembros más destacados del Taller de Gráfica Popular, el heredero de su obra gráfica y pictórica es el pueblo de México”.
Originario de Salt Lake City, Estados Unidos, el rubio Pablo O’Higgins llegó a México en 1924 y se convirtió en uno de los líderes del Taller de Gráfica Popular al lado de Leopoldo Méndez. Cuando los dos hacían su entrada, el rubio y el moreno causaban sensación. Pablo y Leopoldo fueron piedra angular en las Misiones Culturales y viajaron a los pueblos más olvidados. Los murales de O’Higgins en el mercado Abelardo Rodríguez fueron elogiados por Diego Rivera, quien lo escogió como asistente en todas las obras que ahora vemos en la Secretaría de Educación Pública y en los palacios municipales de nuestro país.
Uno de los años más felices de O’Higgins fue 1961, cuando obtuvo, por su devoción a las mejores causas, las de los mexicanos más pobres, su nacionalidad. Pablo O’Higgins, quien nos entregó su talento, pertenece a México y, ante todo, a su clase trabajadora, a los albañiles y a las marchantas, a los pepenadores y a los organilleros, hoy a punto de desaparecer. En la fachada principal del palacio municipal de Poza Rica, O’Higgins pintó un mural que confirma que el general Cárdenas nos dio el petróleo. Toda la obra de O’Higgins tiene un sello: cada pincelada pertenece al pueblo de México.