La “cumbre” trilateral –más los encuentros bilaterales– en Washington se desarrolló en un ambiente público de intercambio de abundantes piropos, reparto de flores y muestras de “buena voluntad”, pero, más allá de lo protocolario que ello implica, es de suponer que los presidentes de México y Estados Unidos, más el primer ministro canadiense Justin Trudeau, llegaron a acuerdos concretos sobre el devenir de los distintos cuan abundantes temas de la agenda política-económica-social entre las naciones representadas por los mandatarios.
El primer punto planteado (reiterado, en realidad) por el presidente Andrés Manuel López Obrador fue el de fortalecer la integración económica trilateral, pero siempre en el contexto del “respeto a las soberanías”, es decir, que aquélla no se utilice como pretexto para meter la mano –como es costumbre de los gringos– en asuntos que sólo competen a los mexicanos (por ejemplo, la decisión mexicana en materia eléctrica).
Antes de iniciar el encuentro con Joe Biden, el mandatario mexicano adelantó parte de la agenda bilateral: “El tema migratorio, atendiendo las causas; tenemos que invertir para que haya trabajo, bienestar en América Central, para que la gente no se vea en la necesidad de migrar, que sea opcional, no forzado, que no salgan de sus pueblos, que abandonen a sus familias por necesidad o por violencia, y por eso la importancia de la integración económica”.
Además, detalló, “tenemos información de que a partir de lo que hemos hablado, ya hay un plan de Estados Unidos para apoyar a Centroamérica, lo cual celebramos mucho. Así se fortalece la integración económica, se va a ordenar el flujo migratorio y va a haber oportunidad de empleos, para crecer en América del Norte y producir en América del Norte lo que consumimos, no estar dependiendo de las importaciones. Eso es ideal, no sólo en América del Norte, sino en todo el continente”.
Buen punto, pero, históricamente, cada que se aborda el tema migratorio en la relación bilateral se festejan los “acuerdos” y “compromisos” del gobierno estadunidense, los cuales tardan más en pronunciarse que en violarse, y en cada ocasión la respuesta real, concreta y permanente suele medirse en el número de kilómetros que agrega al muro fronterizo, junto con el “reforzamiento” o aprobación de las leyes en la materia.
Habrá que ver si en esta ocasión, más allá del protocolario cuan histórico bla, bla, bla, asociado a las reuniones bilaterales y, ahora, trilaterales, surgen acuerdos concretos, efectivos y realizables, porque el horno no está para bollos toda vez que la tendencia descendente de la economía mundial se registró desde mediados de 2018 y la pandemia llegó a dar el tiro de gracia. La cruda realidad política, económica y social del planeta (en este caso con especial enfoque en América del Norte) es muy distinta a la de tres años atrás, y el que caprichosamente quiera controlar al vecino lo único que provocará será su propio hundimiento.
Dijo López Obrador que existe “una gran demanda en comparación con otras regiones; creo que la integración de América del Norte, con respeto a las soberanías, es una opción y (también) la del continente americano, para hacer la región más fuerte del mundo. Vamos a plantear al presidente Biden que celebramos que haya llegado al Congreso la iniciativa para regularizar a migrantes, y ojalá los legisladores de los dos partidos ayuden, porque es justo. Vamos a estar observando este proceso, que aplaudimos muchísimo”.
Con el primer ministro canadiense parece que el encuentro bilateral fue más relajado, y (de acuerdo con Palacio Nacional) ambos dignatarios “se manifestaron por partir de las coincidencias mutuas para avanzar en materia de inclusión y reconciliación con las comunidades y pueblos originarios”. El comunicado oficial señala que en su encuentro “resaltaron la importancia de avanzar en la consolidación de una comunidad norteamericana en la que la calidad de vida y el bienestar de las personas sea la métrica central de las políticas públicas de los gobiernos. Coincidieron en avanzar hacia una integración económica más incluyente”.
Las rebanadas del pastel
Los gobiernos neoliberales resolvieron que el oro mexicano y sus beneficios se lo llevaran los canadienses; ahora la decisión es que el litio –oro blanco– se lo queden y usufructúen los mexicanos, lo que queda claro con la creación de una empresa del Estado para su exclusiva explotación.