En 1980, un joven francés a punto de cumplir 25 años llegó a México recomendado por su padre, el pintor Pierre Alexinsky, a su colega Alberto Gironella, con quien el famoso artista llevaba amistad, al igual que admiraba la cultura de nuestro país. Un año después, y luego de asimilar al máximo lo mexicano de la mano de Gironella, Carmen Parra y Ofelia Medina, aterrizó en las tierras de los wixaritari conocidos en español como huicholes, y en uno de los pueblos ubicados en el corazón de esa etnia: Tuxpan de Bolaños. A esos lugares sólo se podía llegar por avioneta o en incómodos camiones desde Guadalajara o Tepic, pero la mayoría lo hacía a pie o a lomo de mula.
Iván Alechine quedó embrujado por el medio social, cultural y religioso de quienes vivían en Tuxpan de Bolaños. Comenzó a visitarlos periódicamente hasta que lo consideraron un amigo venido de lejos que respetaba sus usos y costumbres y compartía sus carencias económicas. Que observaba con respeto fiestas y ceremonias, y entendía su riqueza espiritual.
No lo hizo como antropólogo o experto en ciencias sociales, sino como ser humano testigo de la sobrevivencia de una cultura centenaria. Fruto de esas estancias entre los huicholes son varios libros, uno de fotografías, Enigmas y retratos, publicado en Francia en 2019, con un ensayo introductorio del prestigioso antropólogo Perig Pitrou.
Ahora, con la editorial Galilée, Alechine nos ofrece Divinités, la visión del mundo antiguo y el nuevo de quienes habitan en Tuxpan de Bolaños; la esencia de sus fiestas religiosas; el agua, el sol, la tierra, el maíz y el ciervo, dioses tutelares; su vida contagiada por la falsa modernidad que traen los migrantes que trabajan en Estados Unidos o en las plantaciones de tabaco de Nayarit. Alechine nos muestra cómo transcurre la vida en ese lugar, entre divinidades precolombinas y hollywoodenses.
Autor de varios libros de poesía y fotografía, Francisco Toledo le tuvo gran estima. Con él publicó Escarificaciones (FCE, 2013); conoce y ha escrito sobre otras regiones del país, especialmente Oaxaca y su joya de biodiversidad: Chimalapas.
Bien afirma Alechine que en las montañas de la Sierra Madre el pueblo divino wixárika piensa como Goethe, que “toda forma es susceptible de transformarse. Que la fuente oculta de la vida es oscilante, pasajera”.
Divinités debe traducirse y publicarse en México, más, si el gobierno alardea de indigenista.