Este miércoles falleció a los 72 años el editor Roberto Zavala Ruiz, autor de El libro y sus orillas, considerado “el gran vademécum del cuidado editorial”, dijo el director de Siglo XXI Editores, Tomás Granados.
La noticia fue dada a conocer en redes sociales por su colega Abigail Cervantes, quien informó que el también escritor y ensayista “murió en su lugar preferido, la Cineteca Nacional”. El sepelio se realizó ayer en una funeraria de la alcaldía Álvaro Obregón, en la Ciudad de México.
Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, Zavala Ruiz fue maestro de toda una generación de editores. Dio cursos de redacción, corrección de estilo, técnicas de investigación documental y producción editorial en su alma mater, así como en la Escuela Nacional de Antropología e Historia y en la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, entre otras instituciones.
Fue guionista del programa Luces del Tiempo, coproducido por el Instituto Nacional de Antropología e Historia e Imevisión. Colaboró en publicaciones como Punto de Partida, Los Universitarios, Revista de la Universidad, Hoja por Hoja, El Día, Excélsior y Manatí, entre otros.
Fue director de la editorial Sans Serif Editores y produjo el programa de divulgación literaria Palabra en movimiento, transmitido por radio en la Universidad de Yucatán.
Se dedicó por más de 40 años a la producción de libros como corrector, editor y coordinador editorial.
En 1991, la UNAM publicó la primera edición de El libro y sus orillas, que se convirtió de inmediato en un referente y se volvió inconseguible. Con el Fondo de Cultura Económica publicó una nueva edición de esa su emblemática obra El libro y sus orillas: tipografía, originales, redacción, corrección de estilo y de pruebas (2012), que “está muy lejos de ser un árido manual sobre el correcto uso de la lengua o un refunfuñón catálogo de gazapos; su exposición al grano, fruto de la experiencia y la reflexión sobre esa experiencia, sirve para que los neófitos sepan qué armas velar y para que los expertos contrasten opiniones o conozcan los porqués de sus prácticas”, puntualizó el director de Siglo XXI Editores.
Granados recordó que Roberto Zavala Ruiz decía que el título de su libro “no sólo se refería al contenido, sino también al tratamiento: ‘ningún tema se agota, sino más bien se bordea’. De voz pausada e impoluta camisa de manta, lentes oscuros para que las erratas no sepan que está mirando, Roberto practicaba un humor anticuado pero certero”.
Junto con Ethel Correa Duró escribió Recuento mínimo del Carmen Descalzo en México. En el Centro Editorial Versal impartió clase durante 12 años.
En Ecuador, en su reseña de El libro y sus orillas, la investigadora del Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina, Ana María Cuesta, escribe: “No queda más que hacer un llamado con megáfono: correctores de estilo de habla hispana, leed y aplicad o lean y apliquen lo aquí enseñado. Aparte de sentirnos gratificados de que alguien en el mundo entienda la dimensión de lo que implica corregir un texto y subraye la importancia de la existencia de esta profesión, nosotros esperamos que aquellos autoproclamados correctores de estilo, que pululan hoy día en el mundo editorial, se den cuenta al fin de lo peligroso de su audacia, o aprendan de verdad a ser uno de ellos.
“Zavala Ruiz unifica el chorro de posibilidades en corrección y esclarece contradicciones que asoman aquí y allá sobre el uso de las mayúsculas, los números, las cursivas, las abreviaturas, las siglas y así ad infinitum. Les dijimos que estamos tratando con un geek del libro, para muestra, un botón: no contento con todo lo ya entregado, Zavala Ruiz incursiona en el mundo de la traducción, y proporciona una lista de palabras y expresiones recurrentemente mal traducidas −de esas que aparecen en subtítulos en el cine y le acidifican la película al espectador−conocedor− y ejemplos de traducciones mecánicas, de llorar, en blogs y sitios web. Asimismo, comparte con nosotros una lista de incorrecciones frecuentes en nuestra lengua que provoca lanzar una mirada al cielo en agradecimiento”.