Al finalizar el sexenio, se lamentará haber permitido el desplome ético que atraviesa la Auditoría Superior de la Federación (ASF), afirma Muna Dora Buchahin, ex titular de la Dirección General de la Auditoría Forense del organismo.
La especialista, que descubrió la trama de la estafa maestra para luego ser destituida de su cargo en mayo de 2018, opina que la ASF está extraviada de escándalo en escándalo: de los errores en las auditorías de la cancelación de Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, a las revelaciones del gasto público para los despachos del auditor superior, David Colmenares Páramo –que empleó 2.6 millones de pesos de recursos públicos para habilitar su despacho con regadera, clóset, vestidor y una puerta de alta seguridad, según se ha denunciado–, pasando por los cambios al reglamento de la ASF y la reciente salida de Gerardo Lozano Dubernard de la Dirección de Cumplimiento Financiero.
Esto último, considera en entrevista telefónica la especialista, quiso hacerse ver como una renuncia digna, pero, afirma, era una pieza en una red de complicidades que se ha hecho del control de la ASF desde el sexenio pasado. “Se va porque ya no es útil”, sostiene.
Lozano Dubernard, a quien Buchahin denunció ante la Comisión de Vigilancia de la Cámara de Diputados –de la que depende la ASF– por fabricación de pruebas para acusarla de haber abandonado su puesto trabajo –argumento con el que fue echada del organismo–, dijo en su carta de renuncia que el organismo fiscalizador no ha presentado denuncias por 60 dictámenes técnicos que alcanzan un monto de mil millones de pesos por posibles irregularidades, debido a cambios administrativos en su reglamento que impulsó el auditor David Colmenares para tener control sobre este tipo de gestiones.
Sobre este cambio, Buchahin afirma: “se trató de modificaciones a modo para apropiarse de las áreas que estaban directamente involucradas en la solventación de las observaciones” que hace la ASF cuando fiscaliza.
Para Buchahin, la ASF atraviesa una degradación ética y profesional, y la Comisión de Vigilancia no ha mostrado interés en revisar el trabajo del organismo ni ha visto que quienes ocupan los puestos de mando cumplan el perfil requerido.
Criticó que Colmenares se sostenga al frente de la auditoría y señaló que la Cámara de Diputados cuenta con “las facultades de llamarlo a cuentas”.
“No veo una salida a la situación, porque el silencio de la Cámara es un silencio cómplice”. La única alternativa sería desaparecer la Comisión de Vigilancia y sustituirla por un organismo que permita una rendición de cuentas real en la ASF, afirmó Buchahin.