Los datos del Banco Mundial (BM), la Organización Mundial de Comercio (OMC), la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad) y del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM permiten calibrar la declinación de Estados Unidos (EU). Si en 1950 EU representaba 50 por ciento del producto mundial bruto y 60 por ciento de la producción industrial del mundo, en 1999 las cifras ya eran de 20 y 25 por ciento, respectivamente. Su participación en las exportaciones de servicios comerciales, el sector de crecimiento más rápido de la economía mundial era de 24 por ciento en 2001, mientras la de la Unión Europea llegaba a 23 por ciento, pero si se incluyen las exportaciones intraeuropeas, la cifra ascendería a 40 por ciento.
En 2002 las firmas no estadunidenses ya dominaban las principales industrias, incluyendo nueve de las 10 empresas del sector eléctrico y electrónico del mundo; ocho de las 10 mayores productoras de vehículos motorizados y comercializadoras de gas y electricidad; siete de las 10 principales refinadoras de petróleo; seis de las principales 10 empresas de telecomunicaciones; cinco de las 10 principales firmas farmacéuticas; cuatro de las primeras seis productoras de químicos; cuatro de las principales siete aerolíneas. De los 25 bancos más grandes del mundo, 19 no eran de EU, aunque los dos más grandes en 2002 y 2003 fueron Citigroup y Bank of America.
En 2000, de las primeras 100 corporaciones del mundo, según su control de activos en el exterior, 23 eran de EU. Alemania, Francia, Reino Unido y Holanda, con un PNB siete décimos del de EU, tenían 40 y 16 eran firmas japonesas. En la década de los 90 las ventas al exterior de grandes empresas de EU, entre las primeras cien, pasaron de 30 a 25 por ciento y las de la UE pasaron de 41 a 46 por ciento . En 2001, el 21 por ciento de las acciones en inversión extranjera directa (IED) provenía de EU, en contraste con 47 por ciento que controlaban las firmas de la UE en 1960. Entre 1996 y 2001 el 15 por ciento de toda IED provenía de EU y 16 por ciento de Inglaterra. Juntas Francia, Bélgica y Luxemburgo manejaban 21 por ciento de las 25 fusiones y adquisiciones (F&A) más importantes en EU realizadas entre 1998 y 2000, cinco fueron hechas por firmas extranjeras (tres británicas, dos alemanas) Y de las principales 20 empresas realizando F&A internacionales entre 1987-2001, sólo dos eran de EU (General Electric y Citigroup) representando 5 por ciento del valor de toda las F&A del periodo
La sólida evidencia de analistas como Alejandro Dabat y Paulo Leal en torno a la declinación histórica, pone en evidencia algunos de los supuestos de los que en otra oportunidad califiqué como “globalismo pop” a saber:
A) que el impacto del Estado se ha diluido ante el ímpetu de la globalización, al punto de que ya es crecientemente una presencia virtual,
B) con igual falta de documentación se asume que se han constituido “empresas globales” desvinculadas del Estado, ya sea metropolitano o periférico proponiendo que las grandes firmas deambulan desarraigadas en el ámbito internacional con matrices y subsidiarias desreguladas, sin ordenamientos o espaldarazos estatales de corte económico, fiscal, contable o político-militar.
No existen referentes empíricos que apuntalen la noción de que se ha constituido un sistema mundial autorregulado y que, por tanto, la economía escapa a los controles políticos. Ya la debacle económico-financiera iniciada en 2007/2008 por enésima vez hizo trizas esa “sabiduría convencional”.Tampoco hay base para afirmar que en “tal sistema global” las economías nacionales están subsumidas y rearticuladas en el sistema por medio de procesos y transacciones de un ente “global” que se autonomiza y desapega del medio ambiente social, en especial de la dinámica y creciente confrontación de clase que tiene su base en la explotación de la fuerza de trabajo de los recursos naturales, de los ecosistemas hasta su extinción.
Esa “sabiduría convencional” también sostiene que los mercados y la producción sólo son regulados por ellos mismos y que en general la economía global se autosistematiza, se autorreglamenta y se autorregula, por lo que el Estado nacional, sus mecanismos reguladores y de apoyos en torno a los actores económicos (primordialmente me refiero a la gran corporación, a los monopolios), el territorio y las fronteras así como la soberanía serían crecientemente irrelevantes u obsoletas. Este discurso del poder, desgastado por la misma dinámica de la crisis y de las realidades de la “presidencia imperial” en lo referido a la relación Estado/empresa en EU impulsó desde los años 80 del siglo XX una atmósfera de “inevitabilidad”, de que se trata de “fuerzas de la naturaleza” como la gravedad y que la globalización es algo espontáneo, indiscernible de la estructura de poder.
Hoy ese discurso se ve letal: con el capitalismo vamos al abismo.(continuará).