Se llama Reynaldo Baños y bajo el amparo de la diputada Martha Ávila se ha convertido, desde el Congreso de la Ciudad de México, en la más fuerte contradicción de todo lo que lucha y defiende la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum.
Baños es el oficial mayor del Legislativo y pertenece a la tribu dominante, el de la familia Batres, que porta el penacho de la jefatura; él maneja al personal llamado “de estructura”, con el mismo signo de sus jefes: el resentimiento y el odio.
Al comienzo de esta Legislatura hizo firmar su renuncia a la gente contratada para encabezar ciertas áreas de trabajo, con lo que los dejaba en absoluta indefensión frente a cualquiera de las arbitrariedades que se pudieran cometer desde los grupos de poder.
Pero no sólo eso. Por primera vez en el Congreso, y si no nos equivocamos desde que se constituyó la Asamblea Legislativa, se condicionó el pago de lo laborado a la firma de la renuncia, es decir, si el empleado no signaba la separación voluntaria del cargo le era negado el cheque correspondiente a lo ya devengado. Baños construyó una trampa que ni el rey del outsourcing tuvo en mente.
Para los trabajadores fue el signo más claro de que venían tiempos difíciles, razonamiento que poco después se hizo patente: Baños obligó a los que querían o necesitaban seguir en sus puestos, a firmar contratos, ya no por un mes, como se hizo en agosto al finalizar la Legislatura, ni en septiembre y octubre, sino por sólo 15 días, es decir, al final de la semana pasada.
La incertidumbre y el terror a perder el empleo se apoderó del personal, y aunque las protestas iban en aumento siempre se hacían en tono muy bajo, casi entre susurros, para no alterar la tranquilidad del recomendado de la diputada Ávila, que seguramente tiene un contrato de larga duración.
El asunto ha escalado por las arbitrariedades que se cometen. Hasta donde se nos ha hecho saber, Baños elaboró una lista de personas que deberían dejar su empleo y otra de quienes sólo lo conservarían si estampaban la renuncia.
Para quienes se negaban a firmar la dimisión se lanzó la siguiente amenaza: no habría o no hay liquidación ni lo que llaman bono de fin de Legislatura, mucho menos aguinaldo; eso sirvió como ejemplo para que los otros, que aceptaron firmar su separación voluntaria, tuvieran en cuenta que, de haberse negado, se quedarían sin las prestaciones que ordena la ley, pero que Baños ha escamoteado a los empleados del Congreso.
El asunto es de todas formas muy grave porque echa por tierra las políticas en defensa de los trabajadores que tanto procura la jefatura de Gobierno de la CDMX; además, viola los derechos de toda índole que tiene un empleado.
Bajo estas condiciones la diputada Martha Ávila debería pedir la renuncia al oficial mayor y también condicionar el pago de su salario, aguinaldo y del bono de fin de Legislatura en caso de que se niegue a firmarla, o algo mejor: antes de que se meta en un lío mayor, despedirlo.
De pasadita
El puesto vacante en la Secretaría de Turismo local ha despertado el apetito de quien ahora tiene a su cargo la Autoridad del Centro Histórico de la ciudad, la misma que en un día de ocurrencia lanzo la ¿idea? de prohibir que se fumara en las calles del primer cuadro.
De extracción priísta, la funcionaria busca obtener el visto bueno de la jefa de Gobierno para convertirse en la titular de esa dependencia, puesto que para muchos le queda muy grande.