Karina Acevedo Whitehouse, doctora en Inmunogenética por la Universidad de Cambridge, escribe:
“A 11 meses de autorizada la primera vacuna contra Covid-19, y menos de un año de datos sobre efectos adversos en adultos, se empieza a vacunar a menores, aun teniendo un riesgo bajo por Covid-19. De 130 mil 468 fallecimientos por Covid-19 en Italia, 35 fueron de menores de 19 años, menos de 0.03 por ciento [1]. En Estados Unidos (EU), 0.07 por ciento de las hospitalizaciones por Covid-19 fueron niños de 5 a 11 años, y su supervivencia fue de 99.9 por ciento [2]. En México, menores de 20 años que se hospitalizaron por Covid-19 fueron 0.2 por ciento del total [3], y entre febrero de 2020 y abril de 2021, los menores de 19 sobrevivieron más de 99.9 por ciento [4]. Además, los casos graves y muertos en este grupo etario padecían una o más comorbilidades serias, según datos de Italia, Reino Unido, Canadá, EU y México. Por los sistemas de registro de eventos adversos se sabe de casos de miocarditis en jóvenes postvacunación [5], con una ocurrencia de 3.7 a 6.2 veces mayor que su riesgo de hospitalización por Covid-19 [5, 6]. Se ignora si la causa de todas las miocarditis fue la vacuna [7] (excepto [8]), pero a partir de la mitad de 2021 son frecuentes los casos de infartos cardiacos y miocarditis donde la única causa aparente fue la vacuna. The Wall Street Journal ya lo expone [9].
“Se desconoce el daño del ARNm a mediano y largo plazos, así como de la proteína Spike producida por las células del vacunado. Aunque se sabe que se acumula el ARNm vacunal (de Pfizer) en el sistema nervioso y ovarios hasta al menos 96 horas postinoculación [10], y que puede persistir el vector adenoviral de las vacunas por más de 90 días [11]; es posible que la producción endógena de la proteína Spike del SARS-CoV-2, con este tipo de vacuna, dure meses.
“La FDA autorizó la vacuna Pfizer para niños de 5 a 11 años de edad, pero en Alemania [6] y Reino Unido [12] hay reticencia a la vacunación de niños, y hay médicos expertos, sin conflictos de intereses, que consideran que el riesgo de vacunar a niños y adolescentes no supera el beneficio potencial. ¿Podrá decirse lo mismo de los que abogan por la vacunación en estos grupos de edad? Si éstos se equivocan, las consecuencias pueden ser muy graves. ¿Qué estamos haciendo?”
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