Madrid. El presidente de la Cumbre de Naciones Unidas para el Cambio Climático (COP26) en Glasgow, el británico Alok Sharma, definió como “imperfecto” el acuerdo final del encuentro multilateral, que mantiene el compromiso de no superar 1.5 grados en el calentamiento del planeta a final de siglo y a desarrollar políticas para “reducir progresivamente” (que no “eliminar”, como se había pedido) los combustibles fósiles, sobre todo el carbón.
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El plan aprobado, que como todos los de la ONU no es vinculante, sino voluntario, tampoco profundizó en el financiamiento para la transición energética en países en desarrollo, pero sobre todo las naciones más ricas se negaron a garantizar fondos en el apartado de “pérdidas y daños”, es decir, que paguen por los estragos que han causado en el medio ambiente por sus políticas extractivistas en países más pobres.
Aunque oficialmente la COP26 finalizó el viernes, las delegaciones de los 197 países presentes continuaron negociando el acuerdo final, para lo que se presentaron hasta cuatro borradores a lo largo del día. El definitivo, aprobado en una tensa sesión plenaria, sufrió un cambio de última hora que provocó la ira de algunas representaciones, las cuales denunciaron que había sido negociado en secreto entre las principales potencias y los países más contaminantes.
El problema surgió cuando se aceptó una petición del representante de India de modificar el apartado relativo a los combustibles fósiles y al carbón, para que en vez de “eliminar” se pusiera “reducción gradual”. Ese cambio ya había sido pactado previamente entre China, India, Estados Unidos y la Unión Europea, que son a su vez los más contaminantes y los que generan más emisiones de dióxido de carbono.
La presidencia de la COP26 accedió, sin dar la posibilidad de reabrir el documento para otras enmiendas y se limitó a someterlo a votación. Ese hecho, que en el fondo altera uno de los compromisos esenciales de la COP26, que era salir con el compromiso mundial de la eliminación en el corto y mediano plazos de los combustibles fósiles y el carbón, provocó una ola de críticas y malestar en varias delegaciones, como la de México, Liechtenstein, Suiza, Antigua y Barbuda y las Islas Marshall, entre otros.
La representante de México fue de las más duras, al denunciar: “hemos sido marginados por un proceso no inclusivo ni transparente” y lamentó que no se haya puesto como prioridad en el documento final la defensa de los derechos humanos, como había solicitado.
Sharma, quien pidió “perdón” por su actuación, pero la justificó en que “era vital” para mantener el consenso y sacar adelante el documento, destacó que se mantiene vivo el compromiso de no superar 1.5 grados el calentamiento del planeta para fin de siglo, lo que supondrá la revisión anual de los planes de contaminación de los países y una posible corrección, para hacerlos más rígidos, en la siguiente COP, a celebrarse en El Cairo el próximo año.
Exhortos ignorados
En el documento final también se endurece un poco el lenguaje, al incluir vocablos como “instar” o “demandar” en lugar de “invitar” e “intentar”, pero para muchos delegados los compromisos finales están muy lejos de esos llamados al inicio de la COP26 de ser “ambiciosos”, de “pensar en los jóvenes del futuro”, de aquella advertencia de “si fallamos, no nos lo perdonarán”.
En cualquier caso, el texto final “insta” a las delegaciones a que en el siguiente año rediseñen sus planes para reducir sus niveles de emisiones de gases de efecto invernadero a corto y largo plazos y que se presenten en la COP27. También aplaza al año que viene el debate sobre el mercado global de carbono, que ha destacado como uno de los puntos más polémicos desde el Acuerdo de París. Asimismo, el documento convoca a una reunión de líderes mundiales en 2023 para evaluar sus estrategias de cara a 2030.
Además, el cierre del reglamento de París significa que para 2024 todos los países deberán informar con detalle sobre las emisiones que forman la línea de base a partir de la cual se pueden evaluar las reducciones futuras y se establecen nuevas reglas del mercado de carbono.
También hubo algunos acuerdos sectoriales específicos sobre bosques, carbón, automóviles, metano y un fondo de 24 mil millones de dólares para fomentar políticas que reduzcan gradualmente el uso de combustibles fósiles en el extranjero, pero requerirá que los gobiernos los traduzcan en políticas y planes que deben presentarse también el próximo año, en la COP27.
Una de las grandes decepciones del texto final para los países en vías de desarrollo y las comunidades indígenas fue la falta de un plan y un compromiso claro para que se haga realidad el fondo anual de 100 mil millones de dólares para ayudar a la transición energética en las economías más pobres, que ya fue un compromiso de París en 2015. Y también el hecho de que no se haya aprobado un plan claro para crear un mecanismo de financiamiento de “pérdidas y daños” y a cambio los “instan” a “seguir dialogando”.
La analista Tasneem Essop, de la iniciativa Climate Action Network, calificó esta falta de concreción como “una traición hacia las millones de personas que ahora mismo están sufriendo el efecto de la devastación climática. El hecho de que no aparezca un acuerdo para financiar pérdidas y daños es inaceptable y muestra una falta de liderazgo moral. Los países vulnerables están siendo presionados para conformarse con un diálogo interminable”.
Mohamed Adow, director de la plataforma Power Shift Africa, añadió: “no es un accidente que haya desaparecido la referencia al financiamiento de las pérdidas en el texto final: los países ricos no quieren pagar por el daño que han causado. Ese financiamiento debe ser el tercer pilar del proceso multilateral, y los países ricos y contaminantes no pueden ignorarlo”.
Nunca nos rendiremos: Greta Thunberg
Una de las voces más críticas de la COP26 fue la de la joven sueca Greta Thunberg, quien resumió así la reunión: “La COP26 ha terminado. Aquí un breve sumario: bla, bla, bla… Pero el trabajo de verdad continuará fuera de estas paredes. Y nunca nos rendiremos. Nunca”.
Gabriela Bucher, de Oxfam Internacional, señaló: “claramente, algunos líderes mundiales piensan que no viven en el mismo planeta que nosotros. Parece que ninguna cantidad de incendios, aumento del nivel del mar o sequías los hará recobrar el sentido para detener el aumento de las emisiones a expensas de la humanidad. Es doloroso que los esfuerzos diplomáticos hayan fracasado una vez más a la hora de afrontar la magnitud de esta crisis. Pero deberíamos sacar fuerzas del creciente movimiento de personas en todo el mundo que desafían y hacen que nuestros gobiernos rindan cuentas por todo lo que valoramos. Un mundo mejor es posible. Con creatividad, con valentía, podemos y debemos aferrarnos a esa creencia”.
Jennifer Morgan, de Greenpeace International, valoró que el texto final de la COP26 “es manso, es débil y el objetivo de 1.5 grados centígrados está vivo, pero se ha enviado una señal de que la era del carbón está terminando. Y eso importa. Glasgow debía cumplir con el objetivo de cerrar la brecha a 1.5 grados y eso no ha sucedido, pero en 2022 las naciones tendrán que volver con objetivos más fuertes. La única razón por la que conseguimos lo que conseguimos es porque los jóvenes, los líderes indígenas, los activistas y los países en primera línea de los impactos climáticos han forzado concesiones que se dieron a regañadientes. Sin ellos, estas conversaciones sobre el clima habrían fracasado por completo. Nuestro clima se está desmoronando a nuestro alrededor; lo vemos cada día en los incendios forestales, los huracanes, las sequías y el deshielo. Se acabó el tiempo, se nos ha acabado el camino, y como cuestión de autosupervivencia tenemos que movilizarnos urgentemente para crear una presión incontenible que acabe finalmente con la era de todos los combustibles fósiles”.
Joseph Sikulu, director 350.org en la región Pacífico, expuso: “la COP26 ha sido considerada la COP más excluyente de la historia, sin embargo, hicimos escuchar nuestras voces. Lobbies de combustibles fósiles y la falta de liderazgo de los contaminadores históricos, son las principales razones por las que aún no vemos los miles de millones que necesitamos para adaptarnos al cambio climático, ni los fondos necesarios para pagar lo perdido. Es una lucha cuesta arriba cuando los negociadores son superados en número por los grupos de presión de los combustibles fósiles, 12 a 1”.
Ilan Zugman, director para América Latina en la misma plataforma ciudadana, añadió: “la COP26 confirmó la fuerza de la sociedad civil y la falta de voluntad política de muchos de los países más ricos para contribuir realmente a la justicia climática. Sin embargo, los gobiernos no avanzaron como debieran en estos aspectos e incluso incluyeron puntos potencialmente peligrosos en el tema de los mercados de carbono, lo que podría terminar agravando la situación de los pueblos indígenas. Las comunidades que se encuentran entre las más afectadas por la crisis climática y que menos contribuyeron al calentamiento global serán, una vez más, las que continuarán presionando por una transición justa a escala mundial.”