Las bodas. ¿Qué atracción tendrán las bodas que han sido grandes protagonistas de películas, novelas y desde luego de la vida real? ¿Quién no se acuerda de la escena inicial de El padrino con la boda de la hija de don Corleone y un pequeño e insulso arribista? Pero como en muchos países, en México los bautizos, y hasta los sepelios, pero sin duda las bodas vinculadas con el ámbito político desvelan alianzas y contubernios útiles para los reacomodos en los gabinetes o en los consejos de administración, pero particularmente como premoniciones en las elecciones. Bodas recientes en nuestro país han estado vinculadas con temas judiciales y no pocas con el mundo de los espectáculos. Sólo recuerden a la famosa Gaviota –apodo ganado por la telenovela Destilando amor interpretando a una joven y humilde campesina.
De extravagancias. Entre las más recientes extravagancias podría citar la cuarta vez que anuncia su boda Paris Hilton hasta ahora. Carter Reum, quien maneja fondos de capital de riesgo –nada mas apropiado para intentar casarse con la susodicha– es el agraciado. A doña Paris no le va nada mal en esos intentos de boda. Pas mal, dirían los franceses. Su anterior frustrado consorte le regaló un anillo de compromiso valuado en 2 millones de dólares, y el actual ya le pichó un anillo de un millón de dólares. Contra ese telón de fondo, ¿cuál pudo ser la extravagancia en la boda Humphrey-Nieto? Irse a Guatemala, lo dudo: sería mas extravagante algún resort en Punta Mita, en Barra de Navidad o de perdis en Tulum. Los 35 mil dólares palidecen ante la magnitud de los negocios ligados a la corrupción institucional que por cierto investigaba la agencia al mando de Santiago Nieto. ¿El avión privado del director de un diario nacional? Supongo que no fue el único, difícil llegar en mula hasta Antigua de cualquier parte de México y muchos de los invitados a la boda no parecen ser afectos a ser pasajeros frecuentes de alguna línea comercial. ¿Entonces qué?
Las tres leyes de la dialécticamexicana. Para entender el acertijo recurro a la pedagogía nacional. Primera ley: una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Una cosa es que se casen dos enamorados con su dinero en donde se les dé la gana y otra que para hacerlo convoquen a los sabios y resabios de la clase política y empresarial.
Segunda ley. Las cosas duran hasta que se acaban. Tu puedes pavonearte con los éxitos reales o fingidos de tu encargo gubernamental y convertirlos en reality shows hasta que hartes al dueño de la baraja. Mensaje claro: nadie puede agitar las procelosas aguas de la sucesión más que el preciso. Así fue en el régimen autoritario, o el régimen de las alternancias (con poco éxito), así es ahora con la cuatroté. Sólo que tiene muy poco tiempo este nuevo gobierno para entender estas (nuevas viejas) reglas. Cuando el sistema de partidos está en crisis, los diversos intermediarios sociales erosionados y maldecidos por el poder y un Estado tremendamente maltrecho, ¿cómo entenderlas?
Tercera ley. En inglés, porque suena más contundente. Serve at the pleasure of the President. Los miembros del gabinete federal tanto en Estados Unidos como en México, y en un sinnúmero de regímenes presidencialistas, son nombrados conforme a las atribuciones que tiene el jefe de Estado y deben en consecuencia adherirse a las reglas codificadas y a las normas informales. Aquí entra la tercera ley de la dialéctica mexicana: hay cosas que ni qué.
Se dice que los tiempos de la sucesión están adelantados. No lo creo a la luz de lo que significa no contar con un partido ni hegemónico ni de gobierno. Este presidente esta enunciando las reglas de la sucesión de este régimen. La salida de Santiago Nieto es una de ellas. Al respecto cito al simbólico lord Varys, de Game of Thrones: no se hagan bolas. En realidad, lo que dijo fue que el poder reside en donde los hombres creen que reside el poder.
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