Expertos en política internacional de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) consideraron que México puede jugar un destacado papel en la presidencia del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y hacer diferencia.
Esto si verdaderamente busca el apoyo internacional para conseguir un lugar permanente en este organismo. Para ello, agregaron, el Estado mexicano deberá presentar una estrategia diferente en materia de política exterior y asumir posiciones claras en asuntos de preocupación global como los conflictos en Medio Oriente.
Durante una conferencia de prensa sobre la relevancia del papel que México puede jugar este mes al frente de la presidencia –de carácter rotativo– del órgano, el profesor emérito del Centro de Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPS), Edmundo Hernández Vela Salgado, enfatizó que nuestra nación tiene la oportunidad de hacer valer su voz y que se le considere miembro permanente.
México, dijo, debería impulsar una reforma real del organismo, porque mientras no se actualice al consejo, no habrá decisión que valga, y las potencias (los cinco miembros que tienen derecho a veto) terminan como juez y parte en los conflictos.
María Cristina Rosas González, también de la FCPS, consideró que el país debe hacer valer su capital político internacional, aun cuando es un momento difícil para estar en el organismo, debido a que es un consejo débil, “sin dientes”, paralizado, donde se usa el veto.
Inviable, plan mundial de fraternidad de AMLO
Por otra parte, Pilar Berrios, profesora del departamento de Relaciones Sociales de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco, y el internacionalista Eduardo Rosales, académico de la UNAM, señalaron que la iniciativa presentada por el presidente Andrés Manuel López Obrador para crear un “plan mundial de fraternidad y bienestar”, mediante el cobro de contribuciones voluntarias a las personas y países más ricos del mundo, no es novedosa ni “viable”, al menos no en la forma en que él la plantea.
Rosales sostuvo que gran parte de la comunidad internacional preferiría invertir en la educación como forma de salir de la pobreza, más que recabar fondos en una lógica que muchos podrían considerar “asistencialista”.