Cuando Thom Yorke terminó de oír desde el asiento trasero de un auto el resultado final del disco Kid A, cuarto en la carrera de la brillante banda inglesa Radiohead (octubre de 2000), lloró de inicio a fin. Lo cual es comprensible, ya que se trata de su obra maestra; el pico más alto de una trilogía que gira sobre una misma narrativa: la alienación del ser humano ante el capitalismo y la tecnología; el miedo al futuro y sus negras promesas. El “Niño A” (“el primer niño clonado”) es la evolución del extraordinario Ok Computer (1997) y tronco madre de su secuela, Amnesiac (2001). Veinte años han pasado, y de forma conmemorativa, en 2021 el grupo publica el álbum Kid A Mnesia, que incluye los temas de ambos, remasterizados, más doce tracks inéditos: tomas alternas, así como canciones que quedaron fuera.
En principio, lo que este disco deja en claro es la vigencia de su trabajo. El tiempo, en vez de erosionar su grandeza, la ha pulido y hoy es un álbum de culto, a pesar de que, cuando Kid A emergió, generó confusión y opiniones encontradas, sobre todo para quienes esperaban un remedo del Ok Computer. Fue poco comprendido que una banda de rock de los 90 incluyera sintetizadores y modulares (lo que hizo a muchos considerarlos ahijados del rock espacial de Pink Floyd); atmósferas misteriosas provenientes del ambient, metales esquizofrénicos prestados del jazz, beats digitales de la electrónica subterránea. Quizá sin proponérselo, dicho disco conceptual, redondo, marcó la tendencia por venir del nuevo siglo: ésa en que las fronteras de los géneros se rompieron y todos esos sonidos se volvieron uno solo: guitarras acústicas soñadoras, liras eléctricas sin riffs blues-rock, sintes con electrónica, ensambles contemporáneos de cuerdas, ondas martenot. Kid A implicaba un aterrador pero bello thriller de apacible sonido de vanguardia, que con todo y su rareza, tuvo altas ventas, generando así una poética paradoja respecto de lo que sus letras y sonoridades criticaban.
La sorpresa vino con Amnesiac, editado a sólo seis meses del anterior. Para muchos era sólo el disco de “temas que sobraron” del Kid A, pero era más que eso. Más oscuro, intrigante, complejo y experimental, con el tiempo se tuvo claro que un mismo trabajo de estudio e ideas, arrojó sendas grabaciones. De ahí que entre los “nuevos” tracks del Kid A Mnesia, la delicia no sólo esté en revelar diferentes variaciones de sus temas, sino en descubrir con más claridad, lo mucho que estaban ligados ambos, al escuchar por ejemplo, cómo lo que fueron partes desechadas en uno, eran los ensayos para versiones alternas del otro. Es asomarse al remolino de inventiva que estaban viviendo Yorke, Jonny y Colin Greenwood, Ed O-Brien y Phil Selway, no con nostalgia, sino como revisión de su tremenda actualidad. Sonidos que siguen causando escozor en corazón y mente, los cuales se recomienda volver a escuchar.
Quizá sea una edición para fans, aunque también puede atraer a quienes no se adentraron a tales lanzamientos en su momento. Lo que es un hecho, es que la aparición de Kid A Mnesia es la nota más alta de la semana, pues reitera la relevancia histórica del quinteto, resistente a las corrientes que han desfilado de dos décadas a la fecha.
Lisergia memorable
El 6 de noviembre, el festival Hipnosis dejó en claro su compromiso con la calidad de producción y la selección de buen gusto, con un elenco lleno de tímbricas y ritmos excitantes. En los estudios de filmación Quarry (un terreno polvoso pero al aire libre y harto espacioso), las guitarras sicodélicas ejecutadas por músicos mexicanos, de Estados Unidos, Francia, Canadá, llevaron al viaje interior a cerca de diez mil asistentes en una tarde-noche de convivencia masiva a pie con multiplicidad de elenco, que los chilangos ya extrañaban y vivieron por primera vez desde que dejó de ser posible (marzo de 2020). La organización fue responsable y el acceso estricto: era preciso mostrar certificado de vacunación o prueba negativa por Covid-19.
Repartido en dos escenarios, uno exterior y otro interior (en el que desafortunadamente la acústica no era buena), el elenco nacional se rifó con lo mejor de sus cualidades atmosféricas, destacando los legendarios Dug Dug’s y los recientes Lorelle Meets the Obsolete; también dejaron buena impresión Diles Que No Me Maten y Mengers. Del gabacho, el acto más explosivo y de calidad de todo el festival lo dio Fuzz, encabezado por el genial Ty Segall, seguido por La Luz, fino trío femenino, y el dueto Tonstartssbandht; también estuvo bueno el canto hippie de Deradoorian y el dream pop de Sugar Candy Mountain, un tanto más blandos. En actos más pop pero afilados, La Femme puso de buen humor, así como TR/ST y su fusión electro-pop. Conciso pero macizo, es como podría resumirse el contenido artístico de este gran esfuerzo, que ojalá siga generando sonrisas por varios años más.
Twitter: patipenaloza