El daño al planeta es científicamente reversible; ante el calentamiento global, se tiene que actuar ya. ¿Cómo?
Hace dos meses, Pablo Ramírez, especialista en energía y cambio climático de Greenpeace México, sostuvo que el país es “altamente vulnerable al cambio climático; cada año somos testigos de sus impactos devastadores, desde sequías, altas temperaturas, incendios forestales, huracanes y hasta inundaciones, la población de nuestro país vive los estragos de la crisis climática”.
Aun así, las manifestaciones de reducción de emisiones comprometidas en los acuerdos de París y en las leyes nacionales “están siendo ignoradas”, dando una total prioridad a la agenda fósil en la política energética nacional. Este reporte vuelve a recordar que la acción climática es impostergable y los gobiernos del mundo, incluido el nuestro, tienen que asumir la responsabilidad histórica de reducir dramáticamente las emisiones de gases de efecto invernadero (La Jornada, 10/8/21).
Mas, ¿qué acontece en el mundo del cual México se sitúa al margen?
Nos encontramos en este principio de siglo entre la agonizante modernidad cuya existencia se perfila a su extinción, entre otras razones, porque la posibilidad de seguir hablando de la historia como entidad unitaria se antoja obsoleta y sin fundamentación posible.
La historia concebida como recurso unitario se vislumbra como una tesis insostenible construida por los grupos y las clases sociales dominantes en el poder.
Marx, Nietzsche y Benjamin, entre otros, argumentaron la necesidad de disolver la idea de historia como un recurso unitario. No hay historia única; lo que existe son imágenes pretéritas privilegiadas por unos cuantos. Los positivistas e historicistas de todo tipo se homologaron en un pensamiento común: el sentido de la historia era la realización de la civilización. Pero ha sucedido que los grupos colonizados por los europeos se han revelado, tornando problemática la concepción de la historia unitaria y centralizada.
¿Qué hacer? Si la sociedad de la comunicación que nos tocó vivir se abre sobre un ideal muy valiente, la erosión del principio de la realidad. Se ha perdido la individualidad, la espontaneidad y el trato humano. O sea, una nueva forma más sofisticada, pero no por ello menos violenta de alinear al hombre.
La situación se complica si pensamos que México no es un sistema estático. No es una fotografía, es dinámico, cambiante; está sometido a continua evolución, conforme se avanza en la edad, las evocaciones provocan imágenes más contrastadas, más conflictivas, en México o en cualquier ciudad del mundo. En México están nuestras experiencias, vivencias, amores y sufrimientos, y han crecido nuestros hijos. En él están enterrados los familiares más cercanos.