En un mensaje a la comunidad migrante en Estados Unidos, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo: “No venimos a hablar sobre invasiones militares, nosotros no estamos a favor de la guerra; nosotros venimos a hablar de la paz y la paz es fruto de la justicia”.
El mensaje fue grabado momentos antes de que el mandatario presidiera la sesión del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Ya en el discurso pronunciado frente a sus pares en el órgano encargado del mantenimiento de la paz y la seguridad mundiales, López Obrador reiteró este posicionamiento y citó al presidente estadunidense Franklin D. Roosevelt, quien definió la seguridad en términos “del derecho de una vida libre de temores y miserias”.
Al respecto, el jefe de Estado mexicano lanzó una crítica a la ONU por el “formalismo” que la ha dominado, y llamó a que salga de su “letargo”, “se reforme, denuncie y combata la corrupción en el mundo, que luche contra la desigualdad y el malestar social que cunden en el planeta, con más decisión, profundidad, con más protagonismo, con más liderazgo”.
Como ha sostenido desde sus tiempos como líder de oposición y candidato presidencial, López Obrador ubicó en la corrupción el origen de los mayores males que plagan a la humanidad, desde la misma desigualdad hasta la pobreza, la frustración que, a su vez, conduce a la violencia; la migración y otros graves conflictos sociales.
Al denunciar la corrupción, el Presidente utilizó una definición amplia, que abarca a la conocida venalidad, pero “también a la corrupción moral, política, legal, fiscal y financiera: es corrupto un tribunal que protege a potentados y grandes corporaciones, haya o no una dádiva de por medio, así como es corrupto quien esconde su fortuna en paraísos fiscales, y corrupto quien lo asesora para hacerlo”, incluso cuando estas conductas inmorales han sido legalizadas, lo cual es otro ejemplo de corrupción, en que “lo abominable parezca negocio aceptable”.
De la denuncia, López Obrador pasó a la propuesta. Luego de ponderar que “la solución de fondo para vivir libres de temores, de riesgos, violencia, es acabar con el desempleo, favorecer la incorporación de los jóvenes al trabajo y al estudio, evitar la desintegración familiar, la descomposición social y la pérdida de valores culturales, morales, espirituales”, propuso establecer un “estado mundial de fraternidad y bienestar” para garantizar el derecho a una vida digna a 750 millones de personas que sobreviven con menos de dos dólares diarios.
A tono con la creciente conciencia global en torno a la necesidad de gravar las grandes fortunas para cerrar la brecha de la desigualdad, el Presidente planteó que este esfuerzo se financie con las contribuciones de las personas y las corporaciones más acaudaladas.
Puede cuestionarse que López Obrador confíe el financiamiento de este magno plan a las aportaciones voluntarias de quienes se caracterizan, precisamente, por buscar todos los mecanismos a su alcance para evadir hasta sus más elementales obligaciones fiscales, pero es inevitable coincidir con el titular del Ejecutivo en su diagnóstico sobre la situación actual del planeta y, en particular, cuando afirma que nos deslizamos de la civilización a la barbarie al permitir que la generosidad y el sentido común sean desplazados por el egoísmo y la ambición privada.