El presidente López Obrador abordó temas fundamentales durante su participación en el Consejo de Seguridad de la ONU: la urgente e inaplazable renovación, desburocratización y democratización de ese mismo organismo aparentemente multilateral; el combate directo y efectivo de la corrupción que campea en el mundo y va de la mano de la brutal concentración del ingreso y la riqueza; fortalecer la seguridad del planeta, entendida esta “no como sinónimo de poderío militar ni como argumento para el empleo de la fuerza contra nadie”, sino como “el derecho a una vida libre de temores y miserias, que sigue siendo el más sólido fundamento de la seguridad para todas las sociedades y los Estados”; la necesaria cuan urgente contribución económica de todos los hombres con mayores fortunas, las corporaciones con grandes utilidades y las naciones del G-20 para constituir un fondo que dispondría anualmente de alrededor de un billón de dólares para “garantizar el derecho a una vida digna a 750 millones de personas que sobreviven con menos de dos dólares diarios”, y el sonado fracaso del mecanismo Covax en la distribución de la vacuna contra el Covid-19.
Cierto es que resulta inconcebible una organización “multilateral”y “democrática” que dependa de los intereses, caprichos y decisiones de apenas cinco países (es decir, 2.6 por ciento de los 193 representados en la ONU): Estados Unidos, Rusia, China, Gran Bretaña y Francia, que vetan –sólo ellos– todo tipo de acciones contrarias a sus respectivas políticas geoestratégicas, con todo y que es la instancia “encargada de la seguridad y la paz mundiales”. Por ello, López Obrador subrayó: “es necesario que el más relevante organismo de la comunidad internacional despierte de su letargo y salga de la rutina, del formalismo; que se reforme y denuncie, combata la corrupción en el mundo, que luche contra la desigualdad y el malestar social que cunden en el planeta con más decisión, profundidad, con más protagonismo, con más liderazgo. Nunca en la historia de esta organización se ha hecho algo realmente sustancial en beneficio de los pobres, pero nunca es tarde para hacer justicia. Hoy es tiempo de actuar contra la marginación atendiendo las causas y no sólo las consecuencias”.
El eje de su discurso fue la corrupción, y en este sentido el mandatario mexicano subrayó que “el más sólido fundamento de la seguridad para todas las sociedades y los Estados es el derecho a una vida libre de temores y miserias”, pero “el principal obstáculo para el ejercicio de ese derecho es la corrupción en todas sus expresiones: los poderes trasnacionales, la opulencia y la frivolidad como formas de vida de las élites, el modelo neoliberal, que socializa pérdidas, privatiza ganancias y alienta el saqueo de los recursos naturales y de los bienes de los pueblos y naciones. Sería hipócrita ignorar que el principal problema del planeta es la corrupción en todas sus dimensiones: política, ética, económica, legal, fiscal y financiera. Sería insensato omitir que la corrupción es la causa principal de la desigualdad, de la pobreza, de la frustración, de la violencia, de la migración y de graves conflictos sociales”.
Y algo más: “estamos en decadencia porque nunca en la historia del mundo se había acumulado tanta riqueza en tan pocas manos mediante el influyentismo y a costa del sufrimiento de otras personas, privatizando lo que es de todos o lo que no debe tener dueño, adulterando las leyes para legalizar lo inmoral, desvirtuando valores sociales para hacer que lo abominable parezca negocio aceptable”.
Las rebanadas del pastel
Pero el tiempo pasa y nada cambia: “hablo en nombre de los enfermos que no tienen medicinas, de aquellos a los que se les ha negadoel derecho a la vida y a la dignidad humana. Unos países poseen abundantes recursos, otros nada. ¿Cuál es el destino de éstos? Morir de hambre, ser eternamente pobres ¿Para qué sirve entonces la civilización, para qué la conciencia del hombre, para qué las Naciones Unidas? No se puede hablar de paz en nombre de decenas de millones de seres humanos que mueren cada año de hambre o enfermedades curables en todo el mundo. No se puede hablar de paz en nombre de 900 millones de analfabetos. La explotación de los países pobres por los países ricos debe cesar. Me dirijo a las naciones ricas para que contribuyan. Basta ya de palabras, hacen falta hechos. Basta ya de abstracciones” (Fidel Castro, Asamblea General de la ONU, 1979)