París. Cuando un talibán conoce a la estrella de pop afgana Ayrana Sayeed, intenta seducirla: “si te casas conmigo, tendré una barba, un bigote, tanques (...) y te construiré una discoteca”.
La escena, inimaginable en la vida real con la cantante exiliada en Turquía, es parte de una serie de animaciones satíricas en YouTube que ha cautivado a los afganos en las pasadas semanas.
En el video, producido en 3D, el idilio del talibán con Sayeed es un sueño. Con su kaláshnikov colgado del hombro, se despierta abrazando a un compañero de militancia con barba.
En otra grabación, decide enseñar cómo es la vida en Kabul desde la llegada de los talibanes al poder a mediados de agosto. Con orgullo, camina por las calles...y se encuentra con una mujer cubierta por un nicab negro.
“¿Eres un genio, una hada, un humano?”, le pregunta, reflejando la confusión de la población frente a esa prenda que cubre el rostro, visible en las monarquías árabes y los talibanes quieren promover.
Bajo el régimen talibán, producir este tipo de videos puede ser letal. De hecho, muchos artistas afganos están escondidos y los ciudadanos suelen borrar de sus teléfonos material potencialmente comprometedor.
El autor de las grabaciones es Hafiz Afzali, de 34 años y refugiado desde hace siete años en Finlandia. “Salí de Afganistán a los 13 años, cuando los talibanes estaban en el poder. Me acuerdo de todo”, explica el creador de las animaciones con millones de visualizaciones.
Observar y pensar
Este artista autodidacta del 3D, técnica que perfecciona en una universidad de Helsinki, ha realizado más de 200 videos humorísticos. Su tema favorito fue durante mucho tiempo la corrupción desenfrenada del anterior gobierno, que en su opinión condujo a la caída de Afganistán.
Los talibanes, con rostros serios y sonrisas ausentes, son ahora su único objetivo. “Son buenos pastores de cabras, pero no pueden dirigir un país”, se burla. “Sus armas están llenas de balas pero sus mentes están vacías”, añade.
Algunas de sus grabaciones se difunden también en páginas de YouTube y Facebook de otros internautas y cuentan con más de 1.7 millones de visualizaciones. “Funciona muy bien. La gente entiende el mensaje, porque es visual”, observa Hafiz Hafzali. “Sólo publico contenido humorístico para que los observen, aprecien...y piensen”.
Musa Zafar, un humorista que dejó el país en 2016, coincide. “Los contenidos satíricos hacen reír a la gente, a la vez que mantienen el contenido informativo de los medios”, asegura. Por razones de seguridad, prefiere no decir donde vive.
Zafar también cree que una de las ventajas de estos contenidos es “hacer que los líderes de los que se burlan se lo piensen dos veces” sobre “la forma en que gobiernan y las medidas que toman”. Su nombre de artista para luchar contra “el extremismo religioso” es Imán Musa.
Uno de sus contenidos, publicado en Afganistán International, una de las páginas informativas más leídas del país, hacía referencia a las verduras para burlarse de los talibanes.
“Un nuevo comité se creó dentro del Ministerio de Promoción de la Virtud y Prevención del Vicio para discutir la forma de los pepinos, las berenjenas y las calabazas”, consideradas “provocativas” por parecerse a órganos sexuales, ironiza.
Ignorancia y mente estrecha
Y sigue: Por esas razones, “los panaderos tienen ahora dos semanas para producir pan que no sea ni redondo ni alargado”.
El contenido recuerda las declaraciones de un mulá cercano a los talibanes, que a finales de septiembre aconsejó a las mujeres “no llevar perfume cuando salgan de casa”, ni llevar tacones, cuyo ruido en el suelo podría seducir a los hombres.
“La ignorancia y la mente estrecha de los talibanes” inspiran a los humoristas, asegura Imán Musa.
Por su parte, el dibujante Mergan Punch, un seudónimo, decidió continuar su trabajo desde Kabul, donde vive escondido. Abrió una cuenta en las redes sociales para publicar sus dibujos.
Uno de ellos muestra la foto de un talibán haciendo el símbolo de la victoria con los dedos. “Les he perdonado a todos”, sonríe. Ampliando el campo de la imagen, sin embargo, se apoya en una red con la que mató a dos palomas, el símbolo de la paz.
“Mi mensaje es que no han cambiado. Quieren poner a sus mulás y a sus muyahidines en el poder y hacer de Afganistán el país de los terroristas”, denuncia el caricaturista. En cambio, Daud (nombre ficticio), uno de los dibujantes más famosos del país y fácilmente reconocible, cesó toda actividad.
Busca salir del país para poder “luchar por la justicia y contra el extremismo por medio del arte”, que considera su pasión.