Es un hecho que las redes sociales están conectadas a nivel global. Cualquier persona puede enterarse de lo que sucede del otro lado del mundo en tiempo real, ya sea una guerra, una explosión o cualquier cosa que le interese. Puede llegar al detalle de lo que sucede en una ciudad, una colonia, una calle, un jardín e incluso ver quién está en un lugar público. La revolución digital permite llegar a ese grado de detalle.
Es más, con las conexiones 5G ya no se necesitará un ser humano para manejar un vehículo y con el Internet de las cosas cualquier aparato electrónico lo podrá administrar desde cualquier parte del mundo en que se encuentre.
Por otro lado, todo tipo de información está disponible a nivel digital. Si quiere hacer una licenciatura o un doctorado en alguna universidad de prestigio, lo puede desarrollar en línea desde la comodidad de su casa u oficina.
Al mismo tiempo en que se tiene acceso a lo más sublime del conocimiento, se tiene acceso a lo más oscuro y peligroso del ser humano. A través de Internet se puede integrar una banda de narcotraficantes o de movimientos radicales, conseguir drogas, prostitutas, esclavos e información para construir armas letales o material no apropiado para niños.
Por este tipo de información negativa, existe una corriente mundial y, en particular en los países desarrollados, que tratan de ponerle freno a las redes sociales. Por ejemplo, Mark Zuckerberg, líder de Facebook y ahora de Meta, acaba de ir al Congreso de Estados Unidos, ante el escándalo de los llamados Facebook Papers, para obligarlo a que limite la información negativa que se transmite en sus plataformas.
El problema es que controlar la información resulta casi imposible. Se necesitaría contratar a un ejército de miles de personas para censurar cualquier cosa que se considere de peligro. Sin embargo, siempre existirán formas de referirse a cualquier asunto aun con la censura de palabras y conceptos clave.
La comunicación y la acumulación de conocimiento a lo largo de la historia es lo que ha permitido el desarrollo de la humanidad, más ahora en que la comunicación es global y en tiempo real. Por ello, pensar en controles universales para no atentar contra las buenas costumbres no es una estrategia posible ni adecuada.