Dos serios descalabros sufrió el Partido Demócrata la semana pasada. El primero, y más doloroso, en el estado de Virginia donde su candidato a gobernador perdió la contienda a manos del republicano, en ese estado en el que los demócratas habían gobernado durante los 10 años recientes. El segundo fue en Nueva Jersey, donde el abanderado demócrata ganó, pero por un estrecho margen cuando se suponía barrería a su contrincante.
Cabe considerar si el efecto Donald Trump, que hizo posible que Joe Biden y los demócratas ganaran la presidencia, el Senado y conservaran la Cámara de Representantes, perdió su efectividad. En el estado de Virginia, el candidato republicano no abjuró de haber apoyado a Trump cuando éste fue presidente, y además se abstuvo de criticarlo. Le garantizó el apoyo de los partidarios del ex presidente, pero al mismo tiempo evitó contaminar su campaña con la controvertida imagen del ex mandatario, e incluso se abstuvo de invitarlo a su campaña. En cambio, habló de los problemas e intereses de las clases medias y, con ello, arrebató un buen número de votos a los demócratas. Mientras, el candidato demócrata basó su campaña casi exclusivamente en equiparar al candidato republicano con Trump, y dejó en segundo término las demandas de esos sectores.
En Nueva Jersey, a pesar de que el candidato republicano no logró el objetivo de ganar la gubernatura, sí le dio un gran susto al obtener una votación muy cercana a la del demócrata. Lo que sucedió pudiera estar ocurriendo en otros estados: el común de los ciudadanos ven con desconfianza a un instituto político incapaz de ponerse de acuerdo en sus objetivos y olvida dar la importancia debida a los logros de su presidente. Ha perdido la iniciativa frente a la oposición.
La lección: los candidatos republicanos tratarán de conservar a los votantes de Trump, pero con éste fuera de sus campañas; el electorado empieza a cansarse de disputas en el seno del Partido Demócrata; el efecto Trump que permitió ganar a los demócratas en 2020 será diferente, o no existirá en 2022 y 2024; desafortunadamente, amplios sectores coinciden aún con las políticas de Trump, más no con su estilo y personalidad. Si el Partido Demócrata en conjunto no atina a aprender esas elecciones e insiste en que el centro de las campañas sea la crítica a Trump, y no las demandas concretas de las mayorías, los efectos serán fatales, según se advierte por lo sucedido en Virginia.