Ricos, riquísimos, con fortunas conjuntas que equivalen a 20 por ciento del producto interno bruto mexicano, ocho barones–cabezas de sus respectivas familias– “han amasado su fortuna con la ayuda de importantes negocios en dos sectores tradicionales: minería y servicios financieros, los negocios más rentables en el país”, o lo que es lo mismo, con bienes y servicios de la nación concesionados a particulares. La Jornada (Braulio Carbajal) lo reseña así: “Las ocho familias con negocios en minería y servicios financieros cuentan con una fortuna conjunta de 131 mil 300 millones de dólares. Para dimensionar, al tipo de cambio actual de 20.50 pesos por dólar, su riqueza asciende a cerca de 2 billones 700 mil millones de pesos, equivalente a 20 por ciento del PIB del país, o a más de la mitad de los 5 billones de pesos que tienen ahorrados 70 millones de mexicanos para su retiro. Dichas familias mexicanas sustentan sus fortunas en la minería y en la banca; en contraste, ocho de las 10 personas más acaudaladas del mundo han conseguido su fortuna gracias a la tecnología (Elon Musk, con Tesla; Jeff Bezos, con Amazon; Bill Gates, con Microsoft; Larry Ellison, con Oracle, y Larry Page, con Google, entre otros)”.
¿Nombres? Los de siempre: Carlos Slim (Banco Inbursa y Minera Frisco); Germán Larrea (Grupo México y Banamex) ; Ricardo Salinas Pliego (Banco Azteca y Minera Los Cardones); Alberto Bailleres (Peñoles y ex dueño de Banca Cremi); Antonio del Valle Ruiz (Banco Ve por Más, uno de los ganadores de la “licitación”del Banco Internacional, ahora HSBC; la familia estuvo ligada a Bancomer en tiempos de Manuel Espinoza Yglesias y a Agustín Legorreta en Banamex; ex presidente de los banqueros que operan en el país); Carlos Hank Rhon (hijo de El Profesor, Banco Interacciones hoy ligado a Banorte); Roberto Hernández Ramírez, evasor fiscal, cofundador de Accival Casa de Bolsa y accionista de Citibanamex; Rufino Vigil González, con Industrias CH, que si bien no es una compañía minera, es una de las principales productoras de acero del país.
Más allá de otros jugosos negocios que los dueños de estas fortunas hicieron con el poder político, en todo esto no pueden olvidarse tres decisiones gubernamentales: la mexicanización de la minería (1961, con López Mateos), la expropiación de la banca (1982, con López Portillo) y la reprivatización de ésta (1991-1992, con Salinas de Gortari). La primera se promovió como una decisión nacionalista, pero lo cierto es que al mexicanizar la minería en México, López Mateos fortaleció a grado sumo a los de por sí ricos y depredadores empresarios nacionales del ramo (especialmente Raúl Bailleres y Jorge Larrea –ambos ligados al capo di tutti capi Miguel Alemán Valdés–, papás de Alberto y Germán, respectivamente, ellos ligados al otro capo, CSG) y consolidar el oligopolio en ese sector productivo.
La segunda pretendió retomar el control del sector financiero para el Estado, pero en los hechos sólo duró tres meses, porque al llegar a Los Pinos Miguel de la Madrid comenzó a “regresar” las instituciones expropiadas a sus anteriores dueños, junto con empresas no financieras asociadas a los bancos, entre ellas las mineras, amén de que permitió y estimuló la llamada banca paralela, por medio de las casas de bolsa, también de su propiedad. Y con la tercera, Salinas de Gortari (la anunció como la “democratización del capital financiero”, es decir, la reprivatización bancaria a favor de sus amigos especuladores) consolidó a la nueva oligarquía por él construida en su sexenio, a la par que “desincorporó” las paraestatales mineras en beneficio de los amos y señores de ese sector, los mismos que se quedaron con las instituciones financieras. Ello sin olvidar la nueva ley minera, del propio CSG, mediante la cual entregó absolutamente todo a los barones.
A estas alturas, tres grupos mineros nacionales (de Bailleres, Larrea y Slim–todos ligados a la banca que opera en el país–, más los consorcios canadienses) concentran 80 por ciento de la actividad minera en el país; en 1961, cuando López Mateos decide lo que se describe líneas arriba, el capital mexicano solo representaba el 10 por ciento. Por cierto, la primera en mexicanizarse fue Peñoles, del señor feudal Alberto Bailleres.
Las rebanadas del pastel
Pues nada, que más fuerte es el vicio de aparecer en las revistas del corazón que cumplir con el código de ética. Y Paola Félix Díaz no es la primera.