Hasta hace poco el municipio morelense de Yecapixtla era conocido como destino turístico por su tradición culinaria de cecina y su hermoso convento de San Juan Bautista, construido en 1535 por la orden de los agustinos y declarado por la Unesco en 1994 como patrimonio de la humanidad. Sin embargo, en años recientes sus 39 mil habitantes han vivido asolados por las violencias del crimen organizado que cobran derecho de piso a los comerciantes, secuestran y desaparecen a personas con total impunidad. Es secreto a voces que el grupo criminal Guerreros Unidos ligado al cártel Jalisco Nueva Generación ( GU-CJNG), que opera en la zona oriente del estado de Morelos, cuenta con la complicidad de fuerzas de seguridad locales y estatales para cometer sus crímenes.
Esta realidad se puso en evidencia con la visita de la VI Brigada Nacional de Búsqueda en el estado de Morelos, del 9 al 25 de octubre, cuando representantes de 160 colectivos de 26 estados del país unieron sus fuerzas con los colectivos locales para buscar a sus familiares desaparecidos. Estas familias lograron en dos semanas lo que todo el sofisticado aparato burocrático de búsqueda no había logrado en años. Las fiscalías especializadas de búsqueda, las comisiones estatales y nacionales de búsqueda de personas desaparecidas, las comisiones de víctimas, las fiscalías locales, financiadas por nuestros impuestos, han servido sólo para simular que se busca a las personas. Han sido las familias de los desaparecidos, mayoritariamente mujeres, quienes con sus propios recursos han buscado y encontrado, y en las últimas semanas develado una vez más las incapacidades y complicidades del aparato estatal.
Tan solo en el municipio de Yecapixtla, en una mina de arena en el poblado de Mixtlacingo, las mujeres buscadoras encontraron ocho hallazgos de restos humanos y dos más en los alrededores. Por las características de la fosa, se cree que puede haber muchos cuerpos más, por lo que los coordinadores de la brigada se han referido a este predio como un campo de exterminio. Lo más paradójico es que hace dos meses en esta misma zona, la fiscalía estatal había encontrado otros cuatro cuerpos, sin explorar a fondo este terreno de aproximadamente mil metros cuadrados, donde dejó decenas de cuerpos que hubieran continuado ocultos de no ser por el trabajo de las familias.
Paralelamente, el eje de iglesias pudo documentar la existencia de por lo menos 10 personas desaparecidas en la cabecera municipal, que hasta ahora no han recibido apoyo en la búsqueda de sus familiares. El miedo ha inmovilizado a esta comunidad, donde hasta el párroco ha sido baleado y amenazado por el crimen organizado.
La voz de esperanza de las representantes de la brigada y su trabajo de sensibilización, rompió el miedo y animó a las familias locales a hacerse las pruebas de ADN para buscar a sus seres queridos entre los más de 600 cuerpos no reconocidos que aún continúan bajo custodia del estado. Desde la fe construyeron comunidad cargando por el pueblo una cruz que decía “Buscando nos Encontramos”. Fue también con esta cruz que hicieron una procesión alrededor de la fosa de Mixtlacingo y la clavaron en la parte más alta de un banco de arena para que acompañe los procesos de exhumación de estas personas. En un ritual amoroso convirtieron este campo de exterminio en un espacio sagrado, hablándoles a los cuerpos y a las almas de quienes fueron violentados, les prometieron un pronto regreso a casa. El compromiso está en pie y en las próximas semanas la brigada regresará a Yecapixtla para continuar las búsquedas y asegurar que esta vez la fiscalía sí cumpla con su trabajo. Los muertos encontrados en Mixtlacingo, ya no son más hallazgos forenses u osamentas, sus vidas y muertes han sido dignificadas por estas familias que ahora oran por ellos y ellas y los han integrado ya a sus redes de afecto y cuidado.
* Doctora en antropología, investigadora del Ciesas