Superar la polarización en los niveles de rezago del país ha sido una política central del presidente Andrés Manuel López Obrador, un eje prioritario del gobierno de la Cuarta Transformación (4T). Los niveles de marginación, de migración interna y de presión hídrica son factores cruciales para identificar las zonas que requieren mayor inversión así como las áreas para reorientar los flujos de migración y movilidad interna.
La región de la frontera norte y la del sur-sureste ofrecen escenarios opuestos al tomar en cuenta el índice de marginación por entidad, municipio y localidad, que estima la Secretaría General del Consejo Nacional de Población (https://www.gob.mx/conapo/documentos/indices-de-marginacion-2020-284372).
Al considerar los niveles de marginación muy bajo, bajo, medio, alto y muy alto; con base en indicadores socioeconómicos y características de la población y las viviendas del Censo 2020, se encuentra un menor rezago en la frontera norte: sólo Coahuila y Nuevo León tienen grado de marginación muy bajo, es bajo en Baja California, Sonora y Tamaulipas y sólo en Chihuahua el nivel es medio. Nuevo León es la entidad con el menor índice de marginación del país. En contraste, en la región sur-sureste tres estados presentan grado muy alto de marginación: Chiapas, Guerrero y Oaxaca son las entidades más marginadas del país, el nivel es alto en Campeche, Tabasco y Yucatán, y Quintana Roo tiene bajo nivel. En el ámbito municipal se reproduce el contraste. Mientras en la frontera norte 278 mil personas viven en municipios con alta y muy alta marginación, en la región sur-sureste son casi 6.6 millones quienes viven en municipios con estos niveles.
En relación con los flujos de migración interna hay también dos patrones claramente contrastantes: la frontera norte atrae población mientras la sur-sureste es predominantemente expulsora de población. Un total de 4.9 millones de personas han llegado a vivir a los estados de la frontera norte y se han ido 2 millones, de ahí su saldo migratorio positivo (más inmigrantes que emigrantes), es decir, su crecimiento. Mientras en los estados del sur-sureste la población decrece: han llegado a vivir 2.3 millones de personas, pero se han ido 3.7 millones. En la frontera norte, sólo Coahuila, que restó 39 mil habitantes, muestra un saldo neto migratorio negativo (más emigrantes que inmigrantes); en tanto Baja California y Nuevo León sostienen saldos positivos superiores al millón de personas (1.2 y 1.0 millones, respectivamente). En el sur-sureste solamente tienen saldos positivos dos entidades: Quintana Roo agregó 856 mil habitantes y Campeche sumó 58 mil; pero en esta región se ubican los más elevados saldos negativos, donde salieron más de 500 mil habitantes: Chiapas resta 503 mil; Oaxaca, 737 mil, y Guerrero, 771 mil. En la frontera norte existen seis ciudades con más de un millón de habitantes: Monterrey (5.34), Tijuana (2.16), Juárez (1.51), La Laguna (1.43), Mexicali (1.05) y Saltillo (1.03); sólo hay una en la sur-sureste: Mérida (1.32).
En relación con el grado de presión hídrica la región sur-sureste muestra un mejor escenario como potencial para recibir población, toda vez que la mitad de las ciudades (más de 50 mil habitantes) se ubican en regiones hidrológicas con escasa presión sobre el acceso al agua, y una tercera parte tiene nivel moderado; en cambio nueve de cada 10 ciudades (de 50 mil habitantes) de la frontera norte se ubican en regiones sujetas a una muy fuerte presión sobre los recursos hídricos.
No hay duda de que las prioridades del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024) tienen una racionalidad basada en las diferentes condiciones de la población del norte y del sur, para que la frontera norte conserve sus zonas libres y su fuerza de atracción de población, y especialmente para incrementar de manera significativa la inversión y las medidas encaminadas al desarrollo urbano, rural y de vivienda que impulsen el crecimiento económico en las entidades del sur-sureste, política regional que permitirá retener y atraer población a esta zona que no tiene problemas de recursos hídricos pero que ha sido abandonada en gobiernos anteriores.
La gran inversión en la construcción de caminos, el Tren Maya, el Corredor Transístmico, la actividad pesquera, los centros turísticos, la rehabilitación de refinerías y construcción de Dos Bocas, la creación de bancos de Bienestar en zonas apartadas, la descentralización del gobierno federal, así como las transferencias monetarias de los programas sociales a adultos mayores y a jóvenes de familias pobres van a equilibrar el rezago regional, a detonar el crecimiento y a impulsar la reactivación económica, el mercado interno y el empleo en las regiones que más lo necesitan.
* Secretaria general del Conapo