Glasgow. María Reyes es una joven mexicana de 19 años que vive en una pequeña localidad de Puebla, cerca de Coronango, desde donde decidió hace un tiempo rebelarse, indignarse por lo que está ocurriendo en el planeta. Así se convirtió en una activista muy incisiva, que lo mismo enarbola la causa de la falta endémica del agua en México que el mal estado de los océanos o la preocupación por el deterioro de la calidad del aire. Ahora está en Glasgow, después de haber navegado junto con otros cuatro jóvenes de otros continentes, en el Rainbow Warrior de Greenpeace, el barco más famoso de la organización ecologista.
La joven activista, quien forma parte de la plataforma internacional Viernes por el Futuro (Friday for the Future), a la que también pertenece la sueca Greta Thunberg, llegó hasta la sede de la COP26 para alzar la voz, para gritar en las calles y también para reclamar que ni a los jóvenes ni a los más afectados por el cambio climático “nos están escuchando, están tomando las decisiones de nuestro futuro los políticos de turno y los grandes empresarios de las compañías contaminantes”.
Reyes pasó un auténtico viacrusis antes de poder llegar a Glasgow, por eso quiere exprimir al máximo su presencia. Cuando surgió la posibilidad de ir a la capital escocesa y vio los requisitos, supo que no sería fácil: el primer escollo fue la vacuna. María, que es de un pueblo campesino de Puebla y en el que todavía no ha sido vacunada gente incluso mayor que ella, decidió tomar cartas en el asunto y viajar a Tijuana y de ahí a Los Ángeles para “que le dieran un chute de la Johnson”. De ahí empezó a buscar la forma de pagarse el viaje, los hoteles y los traslados.
Una vez resuelto todo eso, primero viajó a Suecia, para una campaña de la Unicef, y después a Londres, donde se sumó a una protesta contra una entidad financiera, Standard Bank. De ahí, finalmente, viajó a Liverpool, donde primero se subió a una pequeña lancha de Greenpeace que los llevaría hasta el Rainbow Warrior, el mítico barco con el que se han hecho las protestas más importantes de la organización y que ya es en sí mismo un símbolo.
Ahí conoció a sus compañeras de protesta, otras jóvenes de Bangladesh, Namibia y Uganda, que se llaman Edwin Namakanga, Farzana Faruk Jhumu y Jakapita Kandanga.
Durante el viaje hablaron de su campaña, de lo que más les indigna en la forma en que se está manejando la COP26 y en la falta de información sobre las negociaciones. A pesar de que su intención era llegar a Glasgow y surcar por el río Clyde, que se ve desde la sede de la COP26, no fue posible. La policía les cerró el paso y fueron obligados a desembarcar en una zona alejada de la ciudad.
“Aún así nos vamos a hacer escuchar. Estos días y ahora con las manifestaciones, porque no podemos dejar de denunciar que esta crisis climática está agudizando las desigualdades”, explicó. “Pero sobre todo no vamos a permitir que se siga negociando nuestro futuro en despachos privados, y nos van a escuchar. No entendemos por qué no pueden tener en las negociaciones a las personas más afectadas por la crisis climática. Es imposible que salga algo bueno si se hacen así las cosas”, afirmó.
Por su parte, Greta Thunberg calificó de “fracaso” a la COP26 y dijo que la acción significativa para detener la crisis climática provendrá sólo de la “presión masiva del exterior”, afirmó ayer en un grupo presidido por la actriz Emma Watson, mediante el diario The New York Times, en su plataforma NYT Climate Hub, en Glasgow. Añadió que “el cambio no provendrá de esas conferencias (de la COP26). Sin presión masiva ellos continuarán saliéndose sin hacer nada y continuarán con su bla, bla, bla, sin hacerse responsables”, afirmó la activista sueca.
El evento también tuvo como invitada horas antes a la premio Nobel de la Paz Malala Yousafzai, quien afirmó que en 2021 4 millones de niñas estuvieron bajo riesgo de perder su educación por los desastres climáticos y advirtió que esa cifra podía incrementarse a 12.5 millones en los próximos cinco años.