Laveaga y Darwin, el derecho a revisión
Pocos libros resultan tan propositivos como la reciente publicación de Gerardo Laveaga “Leyes, neuronas y hormonas. Por qué la biología nos obligará a redefinir el derecho”. Si Laveaga destaca como escritor de literatura histórica y editor, aquí hace una excelente demostración de cómo la biología y el derecho son indisolubles. Bajo la perspectiva sociológica, el comportamiento animal resulta fascinante: la crueldad a la que puede llegar un tigre, la solidaridad mostrada por un elefante, la complejidad social a la que pueden llegar los chimpancés en el laboratorio apenas son comparables con los retos que enfrenta la psicología evolutiva y la importancia del lenguaje: la conciencia de nuestros actos nos libera y esclaviza.
Laveaga emula a Darwin al establecer la importancia de la selección natural, el único proceso que logra modificaciones genéticas y emocionales: la alegría y el miedo evolucionan para decir a los recién nacidos a qué miedos específicos deben responder. Más allá de establecer si el delincuente se hace o nace, la internalización de las normas se presupone para ser obedecidas. La conducta humana está relacionada con la presencia de ciertas hormonas y la eficiente comunicación entre neuronas. Los niños que viven en un ambiente de violencia deben producir cortisol y noradrenalina para sobrevivir, eso los irá preparando para una vida adulta como seres fríos y pendencieros. Una de las partes más relevantes de este libro es establecer, bajo la aproximación biológica, que muchas conductas jamás podrán ser libres, por muy conscientes que se supongan.
Si consideramos que el ser humano comparte 40 por ciento de sus genes con un gusano, el 50 por ciento de sus genes con una mosca, el 97.5 por ciento de sus genes con un ratón y el 99 por ciento con los de un chimpancé es evidente que no se puede descifrar la conducta humana sin comprender la animal y es que, en contra de lo que se establecía hace unas décadas, los animales son más humanos de lo que creemos (genética y conductualmente) y los comportamientos humanos obedecen más a la zoología a que la psicología. Laveaga convencerá a los juristas la necedad de las disciplinas jurídicas en suponer al hombre completamente libre en sus conductas. Y con ello no sólo las leyes deben modificarse, también los operadores jurídicos.
La discapacidad empática de ciertos psicópatas para explicar sus comportamientos criminales puede ser llevada a otras áreas. En otros países hay cortes especiales para adictos donde se analiza no sólo su estado psíquico, también su condición clínica. Así puede explicarse el comportamiento de un trabajador que insiste en confrontar a sus superiores y no logra permanecer en ningún trabajo: la perspectiva neuronal y genética. Laveaga explica el fenómeno biológico de los machos Alfa y cómo la modificación de su entorno pudo haberlos llevado a realizar otras funciones, como los estadistas brillantes que hubieran sido piratas en otras condiciones; igual sucede con litigantes y jueces. También lleva a comprender que las resoluciones judiciales dependan de si el juez resolvió antes o después de comer (por las modificaciones hormonales derivadas de los alimentos). Los litigantes agresivos, en apariencia, solo actúan de acuerdo con su composición genética. Quien lea este libro exigirá que aspectos clínicos sean considerados para la designación de toda persona que quiera entrar al servicio público de carrera. No debería ingresar personas hormonalmente incapaces de tener empatía con los ciudadanos a quienes atenderán o genéticamente imposibilitadas para comprometerse con el Estado mexicano al que representan en cada trámite.
Si en sus obras iniciales Laveaga demostraba una vena afín a la ciencia ficción, este libro evidencia que el derecho debe estar sujeto al análisis clínico y biológico. Los conocimientos jurídicos no deberían ser suficientes para obtener una cédula de abogado, o el nombramiento de juzgador, incluso en el Máximo Tribunal. Si hace unas décadas era obligatorio aprobar un examen psicológico para concursar la plaza de magistrado federal, este libro muestra que era insuficiente.
Un libro fascinante que debería llevar a legisladores, litigantes y juzgadores a replantear conceptos fundamentales en casi todas las ramas del derecho. Un clásico instantáneo.
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