Ante el impulso de la agroecología y la política gubernamental de eliminar plaguicidas en el campo, como el glifosato, los bioinsumos (desarrollados a partir de organismos como bacterias u hongos para el control de plagas) son una alternativa a esas sustancias, pero los productores enfrentan trabas para su uso. La ausencia de legislación específica provoca dificultades para la obtención de permisos y se les equipara con los químicos a pesar de ser naturales, lamenta Ignacio Simón, presidente de la Asociación Mexicana de Productores de Bioinsumos.
Se pide al gobierno una política clara de apoyo a bioinsumos con un marco normativo, ya que la ausencia de éste dificulta el uso de estos productos que han garantizado su eficacia, sostuvo. La ley no los reconoce y como se trata de sustancias desarrolladas a partir de bacterias y hongos, entre otros materiales, cuando buscan el registro se les manda al reglamento de nutrientes vegetales.
Para hacer cambios en la normativa relativa a los bioinsumos ya se hacen gestiones ante instancias como Cofepris. “No se entiende que trabajamos con procesos de productos vivos. Una composta no puede tener un sistema de estabilidad nutrimental porque cambia continuamente, lo mismo un biofertilizante a base de bacterias que filtran nitrógeno. No se puede decir que hay estabilidad en el producto porque son microorganismos vivos, se toman del suelo y se regresan a él, son inocuos”, explicó en entrevista.
Esta situación les dificulta participar en programas federales, como el de fertilizantes, ya que les piden su registro ante Cofepris.