Después de haber dirigido la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales y el Instituto de Investigaciones Sociales, de haber publicado obras como La democracia en México, y también después de haber marchado junto a Javier Barros Sierra en 1968 en defensa de la autonomía y de la comunidad universitaria, el doctor Pablo González Casanova fue electo rector de la UNAM en 1970.
En su discurso de toma de posesión, González Casanova dijo: “Todos queremos la democratización de la enseñanza, como apertura de los estudios superiores a números cada vez más grandes de estudiantes, y también como una participación mayor en la responsabilidad y las decisiones universitarias por parte de los profesores y los estudiantes”. Se anunciaba así el inicio de un proyecto de avanzada que ha marcado la historia de la UNAM y del país, un proyecto orientado a “enseñar a muchos y enseñar a un alto nivel”.
Conocedor del complejo contexto social que vivía el país en aquellos años, don Pablo observó en la UNAM una complejidad que fue vista no como problema, sino como atributo: múltiples comunidades en diálogo en cada escuela, centro, instituto y campo deportivo; la universidad como una comunidad de comunidades en diálogo constante, intergeneracional e interdisciplinario.
Con la creación del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH), González Casanova se proponía fortalecer ese diálogo. En su proyecto original, el CCH iniciaría en el bachillerato y alcanzaría a todas las escuelas, facultades e institutos de la universidad. Se trataba también de “crear un órgano permanente de innovación de la universidad, capaz de desempeñar funciones distintas sin tener que cambiar toda la estructura universitaria, adaptando el sistema a los cambios y requerimientos de la propia Universidad y del país”. En el nivel bachillerato, el CCH permitiría un tipo de educación que constituiría un ciclo por sí mismo, “que puede ser preparatorio, pero también terminal, también profesional a un nivel que no requiere aún la licenciatura, y que está exigiendo el desarrollo del país”. El diálogo de las ciencias, las tecnologías, las humanidades, las artes y también el aprendizaje de oficios atravesaba tan innovador proyecto. Una propuesta de reforma en los métodos, los conocimientos y en las mismas relaciones humanas.
El 25 de febrero de 1972, González Casanova presentó la exposición de motivos de otro gran proyecto: la universidad abierta, “cuya principal finalidad es extender la educación media superior y la educación superior a un mayor número de personas en formas que aseguren un alto nivel en la calidad y la enseñanza”. La universidad abierta le permitiría a la UNAM “ir a los centros de producción y de servicio; fomentar la creación de casas de cultura y centros de estudio en los municipios, las delegaciones, las asociaciones, los ejidos, los sindicatos, etcétera, descentralizar sus tareas y establecer una cooperación efectiva con otras universidades e institutos de cultura superior, de la República y de América Latina”.
El proyecto de universidad y de país que impulsaba González Casanova era incómodo para el poder y sus élites, quienes a finales de 1972 desataron una serie de provocaciones que encontraron eco entre sectores con vocación autoritaria y tentación de pensamiento único. Con su fuerza moral y su tradición democrática, don Pablo se negó a solicitar la fuerza pública y eligió renunciar al cargo antes que a sus principios.
Años más tarde, en 1985, González Casanova impulsó la creación y fue electo director del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Humanidades (CIIH), que más tarde se convertiría en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH). En ese centro se hacía énfasis en la información científica, el diálogo interdisciplinario, el pensamiento crítico y en el vínculo entre las ciencias y el medio ambiente. En el CEIICH produjeron importantes encuentros, diálogos, conferencias y publicaciones de carácter crítico y con reconocimiento internacional, tradición que permanece vigente y que se ha enriquecido de manera significativa.
En 1999, como protesta ante la entrada de la Policía Federal Preventiva a sedes de la UNAM, González Casanova presentó su renuncia como director del CEIICH. Las razones, dijo, “podría reducirlas a dos principales: una, de carácter existencial, y es la posición que he tenido toda mi vida en contra del uso de la violencia, incluso, de la llamada violencia legal a la solución de los problemas universitarios; y otra, es más objetiva, y corresponde a toda la experiencia histórica y social de América Latina”. Un año más tarde, en 2001, don Pablo publicaría La universidad necesaria en el siglo XXI, texto en el que el ex rector repasa los embates del neoliberalismo contra la universidad, pero también bosqueja un proyecto de ciudades-universidades con miras a una nación-universidad.
En estos tiempos de polémica y revisión sobre la naturaleza y misión de la UNAM, vale mucho revisar la obra y el comportamiento de Pablo González Casanova. Encontraremos ahí un completo y complejo proyecto de universidad, y un ejemplo de ética, congruencia y convicción universitaria.
*Sociólogo • @RaulRomero_mx