La lectura más precisa de la insignificancia actual de la oposición partidista al obradorismo la ha hecho Marko Cortés, el presidente del comité nacional del Partido Acción Nacional (PAN), que es la segunda fuerza electoral y cabeza de la coalición que pretende sacar a Morena del poder en 2024.
Cortés, cuya relección como dirigente blanquiazul fue fundadamente celebrada por sus opositores no panistas, sabedores de que el michoacano podría cometer pifias graves, dijo a finales de septiembre, en una reunión con correligionarios (de la cual obtuvo copia el sitio Latinus Diario): “Se los digo en casa: la única gubernatura que tenemos posibilidades de ganar, reales, auténticas y bien ganada es ésta (Aguascalientes). No hay más (...) ¿Qué les cuento? La única que tenemos realmente posibilidades y muy buenas y contundentes es Aguascalientes”.
El marcador de Marko es realista: Morena parece firmemente encaminado a ganar los comicios del año próximo en Tamaulipas y Durango, actualmente con gobernadores panistas; Oaxaca e Hidalgo, con mando estatal tricolor, y Quintana Roo, donde gobierna un priísta que usó al PAN y al Partido de la Revolución Democrática (PRD) para hacerse del poder.
La aceptación anticipada del fracaso electoral tiene como agravante para los adversarios del obradorismo que Morena ni siquiera ha postulado candidatos. Es decir, Morena, es decir, Andrés Manuel López Obrador, están predestinados a ganar las elecciones estatales señaladas, según los vaticinios del estrellado Marko Cortés.
No hacen falta estudios de opinión pública ni costosos ejercicios de revocación de mandato para aceptar que López Obrador mantiene popularidad y control político suficientes, según el apesadumbrado diagnóstico markista.
Los opositores al andresismo no lograron doblegarlo en las elecciones federales de junio para la Cámara de Diputados (aunque la distancia hacia la mayoría calificada se ensanchó) ni en las de gobernador de esa misma fecha (cuando Morena ganó la gran mayoría de esas piezas estatales centrales). No ganan elecciones y tampoco se atreven a competir en el ejercicio constitucional de revocación de mandato. Constituyen una oposición insustancial, fofa, sin capacidad de competencia exitosa, aunque muy inflada por medios de comunicación y empresarios.
Y, sin embargo, todo lo anterior no es una buena noticia para la salud política nacional. Una oposición avasallada propicia triunfalismo y descuidos en la fuerza mayoritaria aplastante; refuerza la percepción de que todo se está haciendo demasiado bien desde ese poder tan vigoroso. Pero, a fin de cuentas, el saldo opositor es consecuencia de sus propios errores, actuales y acumulados. No tiene figuras con liderazgo, carisma ni manos limpias, y su vacilante coalición tripartidista (PAN, PRD y PRI) no tiene credibilidad ni propuesta aceptable. Por ello, el indicativo marcador de Marko.
Luego del escándalo de la cena en el restaurante Hunan y de la oleada de indignación que han provocado los privilegios concedidos a Emilio Lozoya Austin a lo largo de 16 meses, un juez de control ordenó que una diligencia a realizarse hoy cuente con la presencia física del ex director de Petróleos Mexicanos.
Lozoya pretende 60 días de prórroga para entregar ciertas pruebas, a lo que, según las versiones ampliamente difundidas anoche, la Fiscalía General de la República se opondría. Pero lo más llamativo es el fin de las consideraciones excepcionales para este ex funcionario público acusado de actos de corrupción, que hasta ahora no ha pisado la cárcel ni establecimiento judicial alguno.
Hoy deberá estar en un juzgado alojado en un centro penitenciario. Ya se verá si es firme la cancelación de gracias y beneficios y si, negada que fuera por un juez la prórroga, la FGR tiene en un plazo de 15 días la acusación que someta a Lozoya a un juicio en forma. Por lo pronto, es significativa la exigencia de que comparezca personalmente en el Centro de Justicia Penal Federal ubicado en el Reclusorio Norte. ¡Hasta mañana!
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