Crece y se consolida un silencioso pero potente movimiento dentro del partido gobernante en favor del rescate del principal instrumento político de la Cuarta Transformación de las manos de los oportunistas que quisieran convertirlo en un nuevo PRI. Cuesta trabajo romper con la vieja cultura política de los pactos y los acuerdos en lo oscurito, del centralismo y de la simulación, del caudillismo y de la obediencia ciega a la “línea”, real o imaginaria, de los “líderes máximos”. Pero cada vez más militantes y líderes de Morena van abriendo los ojos respecto de la urgente necesidad de actuar antes de que sea demasiado tarde.
Si se pretende que la Cuarta Transformación sea un fenómeno transexenal que perdure más allá de las elecciones presidenciales de 2024, es necesario que Morena se consolide como un partido fuerte, plural, participativo y firmemente arraigado en las bases. De lo contrario, si se convierte en un simple aparato electorero al servicio de pequeñas sectas interesadas en llegar a puestos públicos, el actual proceso de profunda transformación política llegará a un abrupto fin el 1º de octubre de 2024, fecha en la cual toca a Andrés Manuel López Obrador entregar la banda presidencial a su sucesor.
Morena nació como movimiento libre y democrático que enarbola y defiende una nueva cultura política. Cuando fungía como presidente del partido, López Obrador siempre respetaba los estatutos y sometía las decisiones claves a los cuerpos colegiados. Nunca rehuía al debate y jamás censuraba o buscaba manipular las reuniones del partido.
Pero la actual dirigencia camina en sentido contrario. En la sesión del Consejo Nacional celebrada el sábado 30 de octubre, tanto Mario Delgado como Bertha Luján, presidenta del Consejo Nacional, recurrieron a reprobables prácticas propias del viejo régimen.
En primer lugar, Luján incumplió su promesa pública manifestada en la sesión del Consejo Nacional del 3 de octubre de emitir de inmediato la convocatoria para una nueva sesión, ello con el fin de darle tiempo a Delgado para que “operara” con los consejeros nacionales. Segundo, cuando Luján finalmente emitió la convocatoria, el pasado 15 de octubre, incumplió de nuevo con su palabra al no incorporar una sola de las excelentes propuestas planteadas por los consejeros nacionales en favor de la institucionalidad y la democratización del partido.
Tercero, en franca violación al estatuto de Morena, a Luján se le olvidó circular previamente a los consejeros nacionales el texto de los “lineamientos de afiliación” que tendrían que votar en la sesión del 30 de octubre.
Cuarto, durante los dos días previos a la celebración del Consejo Nacional, la Secretaría Técnica del CEN de Morena organizó reuniones en lo oscurito en un hotel de la Ciudad de México entre la dirigencia del partido y algunos consejeros nacionales con el fin de incentivar su voto en favor de la estructura paralela de Delgado.
Quinto, al inicio de la sesión del 30 de octubre, la presidenta del Consejo Nacional incluyó ilegalmente un punto adicional al orden del día respecto de la autorización o no de la transmisión pública de la sesión vía redes sociales.
Sexto, cuando dos valientes consejeros nacionales, Eleonaí Contreras y Édgar Estrada, insistieron en ejercer su derecho a la libertad de expresión y de divulgación, fueron expulsados de manera arbitraria e ilegal de la sesión virtual, generando una grave afectación a su derecho a formar parte del cuerpo colegiado para el cual fueron electos.
Séptimo, durante el desarrollo de la sesión hubo un abuso en el uso de la palabra de parte de Delgado, quien ni siquiera forma parte del Consejo Nacional, así como un evidente esfuerzo por marginar las voces prodemocracia. No hubo transparencia con respecto al listado de oradores, se cortaron artificialmente la extensión de los debates y, al final de la reunión, Luján incluso llegó al extremo de denunciar las “actitudes destructivas” de quienes insistían en defender la institucionalidad y la democracia interna del partido.
Afortunadamente, a pesar de estos lamentables esfuerzos por manipular la asamblea, fracasó el intento de enterrar los estatutos de Morena. Los nuevos “lineamientos de afiliación”, propuestos por Delgado para validar su estructura paralela, sólo alcanzaron el respaldo de 70 de los 280 consejeros nacionales vigentes, apenas 25 por ciento de la votación, cantidad insuficiente para contar con validez legal. La afiliación seguirá entonces bajo el mando de la Secretaría de Organización, tal como lo indica el estatuto.
Este resultado demuestra que la militancia de Morena es cada vez menos tolerante frente a la reproducción de las prácticas políticas del pasado y exige ser tomada en cuenta.
La dirigencia debe escuchar a las bases y rectificar de inmediato. Mientras, se abren muchas aristas esperanzadoras para seguir construyendo una fuerza social mayoritaria en favor de un Morena comprometido con una verdadera transformación del país.