Abundó la devoción, pero escaseó la bravura. Sólo que esta no es una fiesta de peregrinaciones, sino de emocionadas creencias en el encuentro sacrificial entre toro y torero, lo que a los renegados promotores de la reactivación de las corridas de toros en México sigue sin quedarles claro.
El sábado 30 se llevó a cabo la primera corrida del breve serial que la empresa del coso de Insurgentes ofrecerá, más por ver las reacciones del público que por reactivar en serio la fiesta de los toros en la capital. Para darle un toque de originalidad la denominaron Corrida de Las Luces, nocturna y con velas, como en Huamantla, Tlaxcala, con todo y procesión, aunque allá es la virgen de La Caridad y acá salió la del Rosario.
Uriel Moreno El Zapata, primer espada, se las vio con un ejemplar de Rancho Seco, al que recibió con templadas verónicas bien rematadas. Tras una vara de trámite realizó un vistoso quite variante de la mariposa, luego colocó un emocionante par monumental, de su creación, por el que fue obligado a dar la vuelta al ruedo, para terminar “rogando” algunos muletazos a un astado que no se empleó. Dejó una estocada entera y fue ovacionado.
Resplandor se llamó el bien presentado castaño de La Joya que correspondió a Ernesto Javier Calita, quien toreó muy despacio a la verónica y remató con media superior. El toro provocó un tumbo y fue pasado con ese puyazo. Logró algunas tandas con pico y abrevió, dejando la sensación de que le faltó dar de sí a quien encabeza el escalafón.
Lo más destacado de la noche corrió a cargo del arrogante astado de Jaral de Peñas, encaste Domecq, llamado Acitrón, burraco de pelaje y muy bien armado, al que Juan Pablo Sánchez hizo un quite por gaoneras quietas, más que templadas, tuvo una enjundiosa réplica de Sergio Flores por chicuelinas y tafalleras, e inició su vibrante trasteo con tres dramáticos y suaves derechazos de rodillas en los medios, un natural y, ya de pie, soberbio forzado de pecho. Fue una faena eminentemente derechista que concluyó en tablas con muletazos de vuelta entera. Dejó Juan Pablo la espada algo trasera y recibió merecida oreja, que si se hubiera animado a someter la embestida por el izquierdo habrían sido más los premios.
Sergio Flores, apenas recuperado de una cornada en Texcoco, enfrentó a Don Raúl, del hierro de Los Encinos, que acusó sosería desde su salida. El hombre, con voluntad proporcional a su cabeza torera, consiguió algunos momentos de lucimiento, sobre todo el volapié fulminante con que despenó a la res. Quien se llevó la noche en lo que a mansedumbre y escasez de trapío se refiere fue Suspiro, de la ganadería de José María Arturo Huerta, anovillado de estampa, que fue sonoramente pitado y que el distraído juez Enrique Braun, que reapareció, no quiso devolver. Malhumorado porque en el pecado llevó la penitencia, Luis David Adame mató de pinchazo y media.
Muy grata impresión volvió a dejar en este coso Leo Valadez, ahora con Barbacana, de Pozo Hondo. Larga cambiada de hinojos en los medios, luego preciosas caleserinas que desamodorraron a los piadosos, más variedad capotera, un buen par por dentro y logrado dominio escénico que atrapó la atención de la gente, no obstante la mansedumbre del burel. Discreta comenzó esta kermese taurina, sobrada de recogimiento más que de tauridad o bravura con calidad.