Debido a presuntos actos de negligencia cometidos en 2018 por el buzo e investigador argentino Nicolás Ciarlo, un barco hundido en el siglo XIX frente a las costas de Quintana Roo quedó “completamente destruido”, y aunque se han interpuesto quejas al respecto ante diversos organismos, la investigación sobre el caso no tiene ningún avance.
Así lo denunció el arqueólogo subacuático Octavio del Río, quien lamentó que las autoridades del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) han justificado los hechos como un “accidente” y se niegan a deslindar responsabilidades, a pesar del daño que sufrió el patrimonio cultural del país.
En entrevista con La Jornada, el experto señaló que en 1998, como parte de un proyecto impulsado por Pilar Luna, pionera de la arqueología submarina en México, él dirigió a un equipo de investigadores que descubrió la nave hundida –o pecio– de nombre El Ángel en la Reserva de la Biosfera de Banco Chinchorro, zona en la cual existen al menos otros 70 naufragios.
Se trata, explicó, de un velero bergantín construido en Escocia en 1819 y hundido en 1836 en Cayo Lobos, en el extremo sur de Banco Chinchorro, mientras llevaba una carga de palo de tinte de Honduras Británicas –actual Belice– al sur de Estados Unidos. La nave posiblemente chocó con un arrecife de coral, hizo agua y cayó a una profundidad de 12 metros.
De acuerdo con Del Río, quien fue colaborador de la subdirección de arqueología subacuática (SAS) del INAH de 1995 a 2018, el pecio fue reportado por él en 1998 y durante los años siguientes se comenzó a registrarlo y estudiarlo.
Hace tres años, dijo, la responsabilidad del sitio recayó en Laura Carrillo, pasante de la carrera de Arqueología, quien a su vez le encomendó la labor de exploración al arqueólogo argentino marítimo Nicolás Ciarlo, quien en su currículum se identifica como especialista en el estudio de metales sumergidos.
Al participar en la etapa final de los trabajos del reconocimiento del pecio, realizados en noviembre de 2018, dijo Del Río, notó que el mencionado investigador había ordenado diversas maniobras equivocadas que llevaron a la “destrucción total” del barco.
Entre ellas, Ciarlo dañó el casco de la nave y parte de los arrecifes de coral circundantes al colocar mal los costales de arena que en estos casos se usan para cubrir la madera que se va descubriendo en la exploración, para evitar que el material quede expuesto al medio ambiente.
De igual forma, amarró una boya de más de 20 libras a la buzarda del barco, una pieza metálica que le da silueta a la proa. El resultado fue que al menos 4.5 metros de dicha estructura fueron arrancadas de la nave, lo cual también dañó un área de 1.5 metros de diámetro de colonias de coral.
Aunque el especialista interpuso demandas ante el INAH, la Fiscalía General de la República, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente y la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, en contra de Laura Carrillo, Nicolás Ciarlo y el titular de la SAS, Roberto Junco, las investigaciones nunca avanzaron, lamentó.
“La denuncia sigue, pero nadie ha querido hacer nada. El silencio habla por sí mismo, pero lo más grave es que el INAH lo quiera justificar como un ‘accidente’, aunque saben que es un error garrafal que causó un daño irreparable”, señaló.
Este diario le solicitó al INAH un posicionamiento sobre el tema, pero aún no recibe respuesta.
Puede consultar una versión extensa de este texto en la página web de La Jornada.