Jartum. Al grito de “Ríndete, Burhan” y “Revolución, revolución”, miles de sudaneses protestaron ayer en las calles de esta capital para pedir un retorno a la vía democrática tras el golpe de Estado perpetrado el lunes por el general Abdel Fattah al Burhan, en la llamada Marcha del Millón, en la que hubo tres personas muertas y más de 100 heridas.
La Fuerzas para la Libertad y el Cambio (FCC), una de las principales coaliciones detrás de las protestas de 2019 contra el ex presidente Omar Hassan al Bashir, aseveró que “no habrá asociación ni negociación con los golpistas” y reconoció al pueblo por mantenerse “firme”.
Con carteles que decían: “Es imposible ir en reversa”, en la capital, Jartum, y en el este del país, miles de personas dijeron “no al régimen militar” y recalcaron que “no hay marcha atrás posible”, mientras otros manifestantes ondearon fotografías de Abdallah Hamdok, primer ministro depuesto y en arresto domiciliario.
En la ciudad de Omdurmán, tres manifestantes murieron tiroteados (uno en la cabeza, otro en el estómago y uno más en el pecho) por las fuerzas de seguridad. Un centenar resultó herido, tuiteó un sindicato de médicos prodemocracia. Al caer la tarde en Jartum, las fuerzas de seguridad dispersaron a la multitud con gases lacrimógenos.
Las movilizaciones fueron convocadas por la Asociación de Profesionales Sudaneses y los llamados Comités de Resistencia, que estuvieron en primera línea del levantamiento que forzó la renuncia del autócrata Omar al Bashir y de su gobierno islamista aliado en 2019, luego de 30 años de dictadura.
Entre sus peticiones están el desmantelamiento del consejo militar que gobierna ahora el país, liderado por Burhan, y la entrega del poder a los civiles. También exigen acabar con grupos paramilitares y restructurar al ejército, agencias de inteligencia y de seguridad.
La canciller sudanesa, Mariam al Sadeq al Mahdi, aseguró en una entrevista con la agencia Afp que ni ella ni Hamdok negociarán con los militares.
“100 por ciento civil”
En un país dirigido casi sin interrupción por los militares en sus 65 años de independencia, desde el lunes muchos sudaneses se declararon en “desobediencia civil” y se protegen tras las barricadas de las balas reales o de goma y de los gases lacrimógenos.
“Queremos un régimen civil y no aceptaremos la repartición de poder con los militares, tiene que ser 100 por ciento civil”, declaró Hashem al-Tayeb, manifestante en el sur de Jartum.
“El país ha tenido demasiados regímenes militares”, corroboró Hajar Yusef, otra manifestante.
Tras dos años de delicada transición, el entendimiento entre el ejército y los civiles se hizo añicos en las semanas recientes y terminó con el golpe y el arresto de la mayoría de los dirigentes civiles.
Hace nueve días, decenas de miles de sudaneses protestaron en las calles al grito de “Burhan, deja el poder”, una movilización que probablemente precipitó la maniobra del ejército.
El general Burhan asegura que no ha dado un golpe, sino que ha actuado para “evitar una guerra civil” y para “rectificar el rumbo de la transición sudanesa”.
“Los militares no nos dirigirán, aquí dejamos nuestro mensaje”, dijo ayer la militante prodemocracia Tahani Abbas. Para ella y muchos de los presentes, la Marcha del Millón no es más que “un primer paso”.
Por su parte, la policía de Sudán negó haber usado municiones reales y aseguró en un comunicado que policías fueron heridos por tiroteos y usaron gas lacrimógeno para dispersar grupos de manifestantes que presuntamente atacaron a sus fuerzas.
Tras el golpe, Estados Unidos y el Banco Mundial frenaron su ayuda, vital para el país sumido en una inflación galopante y pobreza endémica. La Unión Africana suspendió a Sudán y el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas exige el regreso de los civiles al poder.
Esta vez “los dirigentes militares no deben equivocarse: el mundo los mira y no tolerará más sangre”, advirtió Amnistía Internacional. Con los decesos de este sábado ya hay 12 fallecidos desde el lunes y unos 300 heridos.