El gobierno federal informó ayer que 81 por ciento de los adultos que habitan en el territorio nacional ya recibieron al menos la primera dosis de alguna de las vacunas anti-Covid disponibles, con lo que se alcanzó la meta trazada en el Plan Nacional de Vacunación. Al dar la noticia durante la conferencia de prensa matutina, el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, hizo un reconocimiento al personal de salud, las fuerzas armadas, los gobiernos estatales y municipales, y todas las instituciones públicas que participaron en el despliegue de 304 mil 805 brigadistas para la distribución y aplicación de 125 millones de inmunizantes aplicados hasta la fecha. Asimismo, resaltó que los 14 mil 190 centros de vacunación instalados permitieron llegar a todos los rincones del país, incluso a las comunidades más apartadas y de alta marginación.
En la Ciudad de México hay todavía mejores motivos para congratularse, pues la práctica totalidad de los adultos capitalinos –99.5 por ciento– ya recibió al menos una dosis de los antígenos, y 95 por ciento cuenta con el esquema completo. Ante estas cifras, la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, y el director de Gobierno Digital de su administración, Eduardo Clark García, dieron por concluido el programa nacional de vacunación para personas de 18 años en adelante; agradecieron a la población, servidores públicos e instituciones que hicieron posible convertir a la urbe en una de las metrópolis globales con mejores índices de vacunación, y anunciaron una serie de eventos para celebrar la superación de esta fase.
El cumplimiento de estas metas llega poco más de 10 meses después de que, el 24 de diciembre de 2020, México fuera el primer país de América Latina en aplicar una vacuna anti-Covid, la cual se suministró a personal de primera línea en el combate al coronavirus. Ya entonces se vaticinaba que el proceso de llevar los específicos a la población general estaría sembrado de obstáculos, el principal de los cuales ha sido el acaparamiento de los fármacos por parte de las naciones ricas y, en segundo lugar, el empecinamiento de las compañías farmacéuticas en privilegiar el lucro sobre la vida al negar la liberación de las patentes para la producción de los inmunológicos.
Ante estas dificultades y la inevitable lentitud con que arrancó el Plan Nacional de Vacunación, menudearon las voces que pronosticaban lapsos de años para que México alcanzara el punto al que llegó en menos de 12 meses, y que hasta pedían la cancelación de proyectos de infraestructura para financiar la compra de los biológicos, pretensión fuera de lugar, toda vez que la escasez de las mismas no se debía a la falta de recursos, sino lisa y llanamente a que la demanda mundial superaba con creces a la capacidad de producción de los laboratorios.
Como destacó López-Gatell, otra de las complicaciones previstas era la resistencia de significativos sectores sociales a recibir la vacuna, debido a las supersticiones sin fundamento que han surgido en los años recientes contra estos fármacos. Afortunadamente, no sólo no se presentó este escenario indeseable, sino que los mexicanos acudieron a los centros de vacunación de manera masiva, entusiasta y, salvo algunos incidentes aislados, responsable, ordenada y sensible. En no pocos casos, el involucramiento de la sociedad con la campaña de inmunización cobró un tono festivo a través de bailes y cantos improvisados que, por su espontaneidad, originalidad y manifiesta alegría, fueron noticia más allá de nuestras fronteras.
Sin olvidar por un momento el enorme costo humano que la pandemia se ha cobrado en México, está claro que hay razones sobradas para congratularse por el avance de la vacunación y, sobre todo, por el hecho de que los ciudadanos hicieran suyo un proceso que implicó permanentes desafíos logísticos, económicos, sanitarios, comunicativos y administrativos. Ahora sólo queda mantener la prudencia para evitar nuevos brotes de la enfermedad, y hacer votos porque pronto sea posible dejar definitivamente atrás este duro trance.