La narrativa del nuevo régimen. Los intelectuales públicos no constituyen un cuerpo homogéneo, aunque durante la transición abrazaron dos ideas: un país más democrático a partir de un reforma electoral que hiciera posible contar los votos y que éstos contaran en los resultados; y un país más igualitario. Para algunos la idea de democracia estaba vinculada con el desarrollo de una economía de mercado. Para muchos las falencias que se percibían en los primeros años de las alternancias debían resolverse con una reforma tanto jurídica como política y cultural bajo el enunciado de estado de derecho. En síntesis, la elaboración intelectual predominante se sintetizaba en democracia más mercado más estado de derecho.
La narrativa frente a la realidad. Frente a economía de mercado, capitalismo de compadres. Frente a la democracia política, oligarquía de partidos. Frente al estado de derecho, el contubernio y el uso faccioso de los instrumentos del gobierno. La derrota de la modernización económica se expresa en la incapacidad de inclusión social y productiva para la mayoría de la población. La derrota de la modernización política ocurrió porque, eficaz para desmantelar los tres pies del régimen autoritario, fue incapaz de sustituirlos. El presidencialismo se transfiguró en un Ejecutivo acotado, pero no por los otros poderes constitucionales, sino por los poderes fácticos. El partido hegemónico fue sustituido por un pacto oligárquico entre partidos cuyo lubricante fue el reparto de recursos públicos. Las reglas informales continuaron imperando al lado de un activismo legislativo de leyes aprobadas pero no acatadas.
La mayor derrota del Estado, pero también de la sociedad fue la guerra contra las drogas, como lo demuestra dolorosamente la cauda de muertos, de desaparecidos y personas afectadas en su vida por las bandas criminales y la incapacidad del propio Estado.
La narrativa del Peje. Proviene de cuatro fuentes discursivas.La primera abreva en las diversas y contradictorias versiones de la ideología de la Revolución Méxicana. Pero la elaboración más emparentada con AMLO la sitúo en el discurso de Guaymas del presidente Adolfo López Mateos de 1961.
La segunda proviene del movimiento estudiantil de 1968, recuperada por buena parte de los movimientos sociales de los 70 y 80. El lenguaje de los brigadistas –una combinación de solemnidad y estrépito, diría Monsiváis– está enclavado en tres convicciones: el movimiento no tiene dirigentes, desconfianza sistemática del contrincante y el uso de un lenguaje político claro y directo aunque simplista. En ausencia de instancias orgánicas, la narrativa articula almovimiento.
La tercera se nutre de la transformación de la estructura de valores de los mexicanos a partir de los 80 y 90, muy vinculada al papel de las clases medias, es decir, el conjunto de convicciones que alimentaron el activismo de las clases medias después de 1968 y en las siguientes tres décadas. El antigobiernismo ha sido siempre un rasgo presente en la sociedad mexicana posrevolucionaria, expresión de una despolitización alimentada por la ausencia de canales de participación popular en los asuntos públicos.
El ascenso plebeyo. La cuarta fuente de la narrativa del Peje comienza a construirse cuando Fox intenta sacar del juego presidencial a AMLO y continúa con la impugnación a las elecciones de 2006. Se confirman todos las resistencias y rechazos al Estado mexicano expresadas mediante del lema de la mafia en el poder. La narrativa del Peje, antisistémica y antielitista, permite la articulación de un vasto y multiforme movimiento electoral que lleva al triunfo de 2018.
Ya en el gobierno, ¿cómo opera el presidente López Obrador esta narrativa que es propia de un movimiento de oposición?
Twitter: gusto47